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Siete de cada diez mayores de 50 años, con signos de artrosis

Es la cuarta enfermedad que más calidad de vida resta a quienes la padecen, causa dolor e incapacidad funcional y pocos son los que se libran de ella con el paso de la edad

28.05.14 - 13:47 -
Más de 5 millones de españoles la padece. /

La artrosis es una enfermedad de las articulaciones cuya frecuencia aumenta a medida que la persona envejece. Tanto es así que siete de cada diez mayores de 50 años tienen signos radiológicos de esta en alguna localización y más de 5 millones de españoles la padece. «Es la causa más común de incapacidad en personas de edad avanzada y, aunque puede afectar a todas las articulaciones del cuerpo, se produce con mayor frecuencia en las manos, rodillas, caderas y columna vertebral», explica la doctora Carmen Pablos, geriatra del Hospital de Salamanca.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la artrosis es la cuarta enfermedad que más calidad de vida resta a los pacientes por cada año vivido, además de afectarles físicamente y de causar dolor e incapacidad funcional también daña el terreno emocional y el social. Tal y como explica el doctor Alfonso González Ramírez, geriatra del mismo hospital «generalmente no es posible prevenir completamente la enfermedad. Para reducir la gravedad y los efectos que la artrosis causa se recomienda controlar el peso en valores normales para la altura y la estructura corporal, mantenerse físicamente activo y evitar la sobrecarga excesiva en las articulaciones a medida que se envejece».

Las enfermedades reumáticas más frecuentes en la población anciana son la artrosis, la artritis inflamatoria, la polimialgia reumática y arteritis de la temporal, la osteoporosis y la osteomalacia. Y aunque no es fácil conocer cuál es la prevalencia de cada una de ellas, «lo que sí parece estar claro es que afectan sobre todo a mujeres en las manos, rodilla y cadera y puede deberse a los bajos niveles de estrógenos por la menopausia», añade la doctora Pablos.

Tratamiento

El doctor González asegura que «gran parte del abordaje de las enfermedades reumáticas radica en su correcto diagnóstico. El tratamiento debe ser individualizado y ajustarse a la articulación afectada».

Los objetivos principales del tratamiento de la artrosis son controlar la sintomatología, mantener la función articular y reducir al máximo la progresión de la enfermedad. Para ello, los expertos cuentan con tres grupos terapéticos: «Aquellos que reducen la sintomatología del paciente (control del dolor) que puede ser farmacológico o no; tratamientos para reducir, frenar o revertir la destrucción del cartílago articular; y tratamiento quirúrgico (lavado articular, osteomía o prótesis)».

En relación al primer tipo de tratamiento, la terapia no farmacológica se centra fundamentalmente en terapia ocupacional encaminada a la educación sanitaria que explique al paciente soluciones para reducir la carga que soportan las articulaciones; disminución de peso que reduce síntomas y retrasa la destrucción del cartílago; uso de bastones; ejercicio aeróbico; ultrasonidos, infrarrojos o baños de parafina, etcétera. Sobre la terapia farmacológica se trata de medicamentos para controlar el dolor y otros dirigidos a preservar el cartílago articular y frenar así la evolución de la enfermedad.

El clima sí afecta

«La creencia popular de que el clima influye en el empeoramiento de enfermedades reumáticas parecía, hasta hace poco, una leyenda. Sin embargo, el comentario popular ‘va a cambiar el tiempo o va a llover porque me duelen los huesos’ podría tener una base científica», revela la doctora Pablos.

Un estudio realizado hace algunos años en el área metropolitana de Barcelona confirmó que las variaciones de presión atmosférica y de temperatura afectan a las personas con artrosis y artritis. No se conocen todavía las causas de esa interacción, pero se ha confirmado que existe. El resultado obtenido es que los pacientes con artrosis (más de cinco millones en España) experimentaban un aumento del dolor articular cuando bajaba la presión atmosférica. Por contra, esta misma población no se veía afectada si disminuía la temperatura o se modificaba la humedad ambiental. El estudio revela, en cambio, que entre los enfermos de artritis reumatoide la bajada del termómetro sí ejerce un efecto sobre el dolor articular y no les afectan los cambios de presión.


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