Cuando uno entra en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos (HURJC) de Móstoles (Madrid) llama la atención la total ausencia de aglomeraciones y colas. Tampoco se ven carpetas ni montañas de papeles. De hecho, casi no parece un hospital. Algunos pensarán que esto se debe a que es un centro pequeño; pero no. Esta mole de diseño atiende a pacientes de Madrid y Toledo, a 17 corporaciones locales y 24 residencias de ancianos de toda su área de influencia, y tiene acuerdos con centros de Atención Primaria. Además está conectado con el Hospital Virgen de la Poveda, situado a 70 kilómetros, y con el Hospital Universitario Infanta Elena, ubicado en Valdemoro, a media hora de camino sin tráfico.
¿Y qué es lo que hace posible que este centro pueda extender la atención sanitaria a tantos pacientes y tan lejos? La respuesta se encuentra en la llamada telemedicina o teleasistencia, que es como les gusta llamarlo a los artífices de este tipo de proyectos. Este concepto estuvo presente desde que en 2009 se empezó a gestar la idea de un centro público basado en la continuidad asistencial. Es decir, orientado a que el paciente no notase el salto que casi siempre se percibe entre Atención Primaria y un hospital. Para cumplir esta máxima y llegar a todas partes sin moverse del sitio era absolutamente necesario echar mano de las telecomunicaciones y de las nuevas tecnologías.
Tras una exhaustiva ronda en Atención Primaria para informar y recabar la opinión de los profesionales sanitarios, este hospital vio la luz en marzo de 2012; totalmente informatizado y con el sello de la teleasistencia grabado a fuego. Durante este plazo previo, se trabajó para detectar las necesidades de los usuarios y de los centros de la zona y así salvar uno de los obstáculos que está ralentizando la implantación de la teleasistencia en España: la falta de sintonía entre lo que ofrece la tecnología y lo que verdaderamente es necesario para dar una buena atención médica.
Más allá de la cita online
El hospital está dotado de un Portal del Paciente, que se diferencia de otros similares porque además de gestionar su agenda médica mediante la cita online ofrece la posibilidad de que el usuario acceda a su historia clínica sin necesidad de desplazarse, así como controlar en qué estado se encuentran sus pruebas.
Por otro lado, bastantes especialistas que hasta hace poco se desplazaban a los centros de primaria para visitar pacientes ahora llevan a cabo asistencia no presencial sirviéndose de la videoconferencia. «Se mete en la agenda como una cita normal, pero se hace a distancia. Es enormemente ventajoso para los crónicos», explica Ricardo Trujillo, gerente del centro, quien incide en que el hospital nació con la vocación de ir más allá del servicio al paciente agudo que ingresa por un proceso determinado y cuando recibe el alta desaparece.
También gracias a la videoconferencia se organizan sesiones de formación con profesionales de los centros de salud y de las residencias de ancianos. Este medio ha hecho posible un intercambio de experiencia dinámico y frecuente que, además, no repercute negativamente en el proceso asistencial, ya que el médico o enfermera no tiene que abandonar su centro para acudir a una charla. Como es de suponer (y como ocurre en otros centros), todos los análisis clínicos, pruebas diagnósticas de imagen (radiografías, escáneres…) se mandan de un centro a otro por correo electrónico y se incorporan a la historia clínica digital de manera inmediata.
Pero ¿y las desventajas?
Algunas investigaciones han alertado sobre los riesgos de la telemedicina en cuanto a la despersonalización de la asistencia médica, los problemas de privacidad, la resistencia al cambio de usuarios y pacientes y, sobre todo, en lo relativo al coste de la inversión en tecnología.
La experiencia que se ha ido acumulando en nuestro país, no sólo en el HURJC, y a pesar de que la telemedicina está comenzando su andadura, demuestra que estos inconveniente no son tales, o al menos que son fácilmente salvables. «El paciente se siente mejor atendido y más seguro. Nunca está solo, todos los procesos van de la mano de un profesional, así que no hay ser un experto para manejarse en este entorno. Por el contrario, sentir que su patología está permanentemente controlada, que todos los especialistas implicados están al tanto de su historial, que éste se archiva de manera segura, que no se pierden pruebas ni se encargan por duplicado, que no tiene que desplazarse mil veces, que la asistencia es más rápida y está mejor organizada… le arropa. La telemedicina hace que la atención sea más estrecha, más cercana», explica Francisco Javier Dodero, director de continuidad asistencial de este hospital madrileño.
En este aspecto, coincide plenamente con los usuarios de un proyecto piloto a cargo de Cruz Roja y la Fundación Vodafone en Valladolid. En él, los usuarios están en contacto con sus familias y su personal médico a través del televisor, lo que hace posible un seguimiento mucho más estrecho. El manejo de la privacidad es otra piedra de toque de los sistemas telemáticos, aunque en el ámbito médico estos recursos mejoran el cumplimiento de la Ley de Protección de Datos. No hay historias clínicas a la vista, ni carpetas privadas circulando por el centro y, por ejemplo, no hay necesidad de llamar al paciente en voz alta o por megafonía (algo que también contraviene esta normativa). Éste introduce su tarjeta sanitaria en un terminal que le adjudica un número identificativo que se visualiza en una pantalla.
Esta confidencialidad se aprecia especialmente en las consultas de especialidades como enfermedades de transmisión sexual, infecciosas, fertilidad, salud mental…
Ahorro de tiempo y dinero
¿Y qué hay del gasto? Pues aunque en la mayoría de las experiencias y proyectos que hay en marcha en nuestro país no ha transcurrido el tiempo suficiente para hacer una valoración de este tipo, los expertos no dudan de que el ahorro existe y muy pronto se hará notar. Cabe destacar que en la mayoría de las ocasiones se emplean recursos bastante cotidianos (tales como ordenadores, escáneres, pantallas de televisión…) a los que se pueden acoplar herramientas de toda la vida (fonendos, ecógrafos…) y que incluso cuando se requieren medios algo más sofisticados (cámaras de gran resolución, por ejemplo, para fotografiar lesiones cutáneas) no son lo que se dice excesivamente costosos.
Asimismo, la tecnología que se requiere para una especialidad, resulta útil en otras muchas, lo que optimiza su aplicación.
Finalmente, hay que tener en cuenta todo el ahorro en listas de espera, duplicidad y pérdida de pruebas, desplazamientos, tiempo de usuarios y profesionales… lo que indudablemente no cabe duda de que también se traduce en dinero.
En definitiva, los especialistas coinciden en que las ventajas superan a los obstáculos; y por eso animan a sus propios compañeros a vencer eso que han dado en llamar resistencia al cambio. Muchos trabajos señalan a los profesionales sanitarios como parte fundamental del retraso en la implantación de la tecnología pero «en cuanto ven que su calidad asistencial mejora no tienen dudas», concluye Dodero. En este sentido, algo similar puede decirse de los pacientes. «En cuanto ven las mejoras las valoran y las aprovechan.
De hecho, uno de nuestros siguientes objetivos es contribuir a la construcción de un paciente activo, responsable de su salud gracias a la formación y a la educación; algo para lo que también contaremos con la teleasistencia», vaticina el experto.