¿Por qué ocurren las caídas?
Las caídas en la población anciana son un importante problema de Salud Pública. De hecho, de los mayores que se caen, aproximadamente la mitad volverá a tener otra caída en el siguiente año.
Los datos disponibles sobre el número de caídas son siempre inferiores a la realidad, por lo que representa una patología geriátrica infradiagnosticada. Pero los estudios estiman que una de cada tres personas mayores de 65 años se cae al menos una vez al año.
«De éstos, entre el 1 y el 5 por ciento presenta lesiones graves como fracturas y otras complicaciones psicológicas, sociales y económicas de mayor envergadura», afirma la doctora Carmen Pablos Hernández, geriatra del Hospital de Salamanca.
Una de las causas más importantes para que se dé un infradiagnóstico es que los ancianos lo ocultan porque simboliza torpeza y por miedo a reprimendas. Además, en muchos casos, las caídas favorecen la búsqueda de una residencia o cuidadores, algo que limita su autonomía.
«A pesar de que, si la caída no tiene consecuencias físicas inmediatas el paciente no contacta con el centro sanitario, constituye el primer motivo por el que los mayores acuden a las Urgencias Hospitalarias de Traumatología», matiza la experta.
Consecuencias de una caída
Aproximadamente el 90 por ciento de fracturas de cadera, antebrazo y pelvis tienen como antecedente una caída. Otras consecuencias comunes son contusiones, heridas, traumatismos craneoencefálicos, costales y abdominales.
«Muchas veces nos olvidamos, por un lado, de las secuelas que se derivan de la estancia prolongada en el suelo tras la caída (hipotermia, deshidratación, etcétera) y de la inmovilidad secundaria (contracturas, rigidez, úlceras por presión, trombosis, estreñimiento…», explica la doctora Pablos.
A esto hay que sumar el miedo psicológico a caerse de nuevo y la pérdida de confianza, que pueden producir un deterioro funcional que se traduce en una disminución de la marcha, limitación para la realización de actividades básicas e instrumentales de la vida diaria y, en definitiva, de una pérdida de autonomía que aumenta la probabilidad de institucionalización del paciente.
Prevención
Según la Sociedad Española de Medicina Geriátrica, la prevención es una labor de concienciación individual y colectiva. Las personas mayores deben ser conscientes de que hay profesionales sanitarios entrenados en este tipo de problemas que pueden aconsejarles y disminuir en gran medida el riesgo de sufrir caías o el impacto de sus consecuencias si ya ha ocurrido, deben contar su problema como hacen con el resto de las patologías.
Según la experta, los familiares «tienen que aprender a respetar la autonomía de los ancianos y apoyarles en su toma de decisiones y reforzarles positivamente. Nunca debemos recriminar las caídas o adoptar una actitud paternalista o sobreprotectora. El mejor consejo es buscar una solución y enseñarle a corregir las ideas preconcebidas para que no vuelva a producirse».