En la conducción, dos estadísticas se cruzan con peligrosidad, sobre todo en época de mucho desplazamientos en carretera, como es el verano: 17% de los conductores están bajo tratamiento farmacológico y 5% de los accidentes de tráfico está relacionado con estos medicamentos. ¿Por qué ocurren, cuando los prospectos son claros en cuanto a las posibles consecuencias que ocasiona el tratamiento en el paciente? Sucede que 75% de los pacientes desconoce las advertencias sobre el efecto del fármaco a la hora de conducir.
Sin embargo, es solo cuestión de preocuparse por leer las indicaciones que vienen junto a los medicamentos. Alrededor de 25% incluyen un pictograma sobre la interacción cuando el paciente está tras el volante, y la mayoría trae una sección sobre “Conducción y uso de máquinas”. En algunos casos, el fármaco ocasiona un efecto terapéutico contraindicado para quien necesita estar con todos los sentidos en la carretera. En otras, al contrario, un medicamento ayuda a llegar a buen destino, al controlar una patología.
Informarse puede evitar accidentes al volante
El paciente que va a conducir debe informarse si su tratamiento puede ocasionar somnolencia o efecto sedante, reducción de los reflejos y aumento del tiempo de reacción, alteración de la percepción de las distancias, hiperactividad e hiperreactividad, alteraciones oftalmológicas o de la audición, estados de confusión y aturdimiento y alteraciones musculares de carácter agudo (espasmos, calambres, etc.).
Los grupos de medicamentos con mayor efecto en la conducción, según la Organización Farmacéutica Colegial, son aquellos que actúan sobre sistema nervioso central, como:
-Antidepresivos, ansiolíticos, hipnóticos, antipsicóticos, etc.
-Antihistamínicos utilizados para el tratamiento de la alergia (efecto
mínimo en los de nueva generación como loratadina o mizolastina).
-Relajantes musculares.
-Algunos colirios.
-Numerosos antineoplásicos e inmunomoduladores.
Así que si está tomando alguno de estos fármacos recuerde leer el prospecto.