Una dieta poco saludable es un factor de riesgo clave de las enfermedades no transmisibles (ENT) que puede modificarse. Como apunta la Estrategia mundial sobre régimen alimentario, actividad física y salud de la Organización Mundial de la Salud: «Si no se combate la mala alimentación –junto con otros factores de riesgo– aumenta la prevalencia de esas enfermedades (ENT) en las poblaciones por mecanismos tales como un incremento de la presión arterial, una mayor glucemia, alteraciones del perfil de lípidos sanguíneos, y sobrepeso u obesidad. Aunque las muertes por ENT se dan principalmente en la edad adulta, los riesgos asociados a las dietas malsanas comienzan en la niñez y se acumulan a lo largo de la vida».
Y es que no solo está en juego el físico que tanto preocupa en verano, sino la salud. De hecho, existen estudios que relacionan el cáncer de colon con la grasa abdominal, pronóstico que empeora si además se padece diabetes tipo 2. Eso sin mencionar los problemas de autoestima que en muchos genera el sobrepeso y la obesidad.
Por ello es importante combatir la obesidad, que se ha convertido durante las últimas décadas en una epidemia mundial. En este sentido, y según los datos de la Organización de la Salud (OMS), más del mil quinientos millones de personas adultas en el mundo tienen sobrepeso y, de ellas, al menos 400 millones son obesas.
En Europa, la prevalencia de la obesidad se ha multiplicado por tres en las últimas dos décadas, con cifras cercanas al 50 por ciento de sobrepeso en adultos y a un 20 entre los niños. De éstos, un tercio son obesos y las cifras no paran de crecer.
Mientras tanto, en España el índice de obesidad entre la población adulta es del 15 por ciento, reduciéndose ligeramente el porcentaje en un punto en el caso de ciudadanos cuyas edades se hayan comprendidas entre los 2 y los 24 años.
EL DECÁLOGO
Para combatir estas cifras, el Instituto de Obesidad ha elaborado un decálogo de actuaciones que ayudaría a paliar este problema:
1. Promover y proteger la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de edad, favoreciendo a continuación una alimentación complementaria adecuada.
2. Promover una dieta equilibrada, con mayor consumo de frutas y verduras, legumbres, granos enteros, y fibra.
En este punto, eliminar azúcares refinados industriales (bollería, bebidas azucaradas, etcétera) y grasas trans (ácidos grasos insaturados cuyo exceso aumentan los niveles de colesterol en sangre), controlar el uso de estimulantes tipo cafeína y teína, disminuir la sal y llevar dietas basadas en productos naturales y, a ser posible, vegetarianas facilitarían la sensación de paz y tranquilidad y con ellas la felicidad: «Esto entrona con la sabiduría ancestral de la mayoría de las tradiciones culturales», afirmaJavier García Campayo, psiquiatra del Hospital Miguel Servet y miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría.
3. Aumentar la disponibilidad, la accesibilidad y el consumo de agua simple potable.
4. Realizar actividad física regular en los entornos escolar, laboral, comunitario y de ocio.
5. Regular la publicidad sobre comidas dirigidas a los niños.
6. Brindar más opciones nutricionales en escenarios fundamentales como los colegios.
7. Educar a los padres sobre el valor de los alimentos y evitar los excesos.
8. Evitar el consumo de alcohol.
9. No fumar.
10. Mantener una actitud positiva y metas de desarrollo personal que motiven a seguir comportamientos y actitudes sanos