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CON MUCHA HISTORIA

Figuras del siglo XVIII para estudiar anatomía

El Museo de Anatomía ‘Javier Puerta’ de la Universidad Complutense esconde tras sus puertas unas joyas en forma de figuras de cera policromadas

04.06.13 - 19:26 -
Fermín Viejo, director del Museo de Anatomía 'Javier Puerta'. FOTO: ALBERTO FERRERAS.

La figura de una Venus sedente, una de las pocas que existen en el mundo del arte, ya que pocas veces se las representaba en esta postura, es sin duda la joya de la corona de este Museo de Anatomía escondido en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense.

Así lo señala Fermín Viejo Tirado, su director y cicerone en las visitas que recorren las diferentes ‘estatuas’ de cera policromadas del siglo XVIII, dignas del florentino Museo de La Specola.

«Desde Florencia viajaron a España los escultores Luigi Franceschi (discípulo del escultor de La Specola Felice Fontana) y el malagueño Juan Chaez, que fueron practicamente los que hicieron esta colección, por eso la mayoría de las ceras son de inspiración taliana», explica el experto.

Pelo natural hasta para las pestañas, a diferencia de las francesas de pelo pintado que eran menos artísticas y más comerciales, y un detalle preciso hacen que estas ceras se hayan convertido en verdaderas obras de arte, aunque su labor durante años fuera que los estudiantes pudieran ver la anatomía humana en una época en que las disecciones eran muy complicadas: «De alguna manera se sustituía el cadáver por las ceras. Además, su tacto es muy similar al de la piel humana», afirma Viejo.

Figuras de cera, de las que destacan seis a tamaño natural, que fueron siendo sustituidas por otras menos artísticas hechas de otros materiales, como el plástico, pero que son muy curiosas, ya que en ellas descubrimos las huellas de su época: peinados de la Belle époque, caras maquilladas y hojas de parra que tapan ciertas zonas que en España no se mostraban ni en una réplica del sistema nervioso.

Piezas ‘raras’

Durante la dirección de Pedro González de Velasco en 1857 no solo se restauraron las ceras del museo, se creó también una excelente osteoteca. De esta época son dos esqueletos: el Gigante Extremeño y el Granadero Francés.

«Del primero se cuenta que pudo ser comprado por el propio González de Velasco. Del Granadero, la curiosidad de sus huesos radica en que están impregnados por sales mercuriales, que se usaban para curar la Sífilis, aunque en ese caso era peor el remedio”, añade Viejo.

Más de mil cráneos, preparaciones momificadas o semiartificiales y disecciones de diferentes regiones del cuerpo completan una muestra que se mueve entre el arte y la ciencia.

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