A la mayoría de los niños alemanes les gusta más el zumo de manzana que el refresco, pero los niños italianos, húngaros y suecos prefieren las bebidas con azúcar o aroma añadido que los zumos. Una serie de investigaciones realizadas con 1.700 niños de ocho países rompió con el mito que hasta ahora se imponía: Que la comida favorita de los menores de edad es un menú de patatas fritas, caramelos y refrescos. Es decir, grasa y azúcar. Resulta que no es así.
Además de verificar que no existe una predisposición igual en todos los niños hacia la grasa y el azúcar, los investigadores determinaron que los gustos evolucionan de manera similar a medida que los niños crecen: los mayores buscan más los alimentos con más azúcar y sal.
Pruebas sensoriales
Las preferencias de sabor se midieron en el proyecto ‘Identificación y prevención de los efectos sobre la salud inducidos por la dieta y el estilo de vida en niños’ y parte de sus conclusiones se publicaron en la revista Food Quality and Preference y en la agencia SINC. Las pruebas sensoriales se hicieron con grasa, azúcar, sal y glutamato monosódico, un potenciador del sabor.
Si bien la elección de los niños variaba según el país, y, por tanto, los factores culturales de cada lugar, se concluyó que no existe relación entre lo que prefiere comer y otros factores, tradicionalmente asociados a los hábitos alimenticios, como “el género, el nivel educativo de los padres, los patrones de alimentación durante la edad temprana, el tiempo dedicado a ver la televisión y el uso de alimentos como recompensa por parte de los padres”, explican los autores del estudio.
Contra la obesidad infantil
“Hay una tendencia a realizar programas de prevención dietéticos uniformes en países europeos. No obstante, las preferencias de sabor varían según el país y el mismo programa no será igualmente eficaz en todos los países”, explica Anne Lanfer, autora principal del estudio e investigadora en el Instituto de Epidemiología y Prevención de Bremen (Alemania).
“Todavía cabe la esperanza de que las preferencias de sabor de los niños no sean estables y que puedan ser influenciadas por sus padres y por el ambiente que les rodea”. Así, el estudio se considera un paso más para combatir la obesidad en los niños.