Por encima de los 21 grados de calor, una persona empieza a perder horas de sueño. Los síntomas: pérdida de sueño, irritabilidad y nerviosismo. “Con el aumento de la temperatura ambiente, se produce una hiperactivación del metabolismo motivada por el esfuerzo corporal de mantener la temperatura interior acorde con la exterior, lo que tiene consecuencias cerebrales”, afirma el doctor José Antonio López Rodríguez, vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (ASEPP). “Al estar más activo, aparecen síntomas como irritación, nerviosismo y los temidos trastornos del sueño”.
Las primeras señales
Con el calor y la falta de sueño se produce también una activación cerebral, que lo mantiene alerta, lo que refuerza el trastorno del sueño. “Lo ocasiona una hiperactivación metabólica”, explica el doctor López. “La ansiedad y falta de sueño, se complementan y se potencian el uno al otro, dando lugar a una espiral que es necesario frenar a tiempo para evitar posibles crisis. Como norma general, se trata de un síndrome adaptativo que desaparece a los pocos días de notarse los primeros síntomas”.
Aunque las temperaturas son mayores en agosto, estos padecimientos suelen suceder más en julio, debido a que el organismo todavía no se ha adaptado al cambio de temperatura. Una vez que se acostumbre el cuerpo, los síntomas serán menores. “No pasa nada por dormir mal 2 o 3 días; debemos desmitificar este aspecto, el cuerpo humano está más que preparado para superar esta circunstancia”, mantiene el doctor López. “Debemos irnos a dormir, solo y exclusivamente cuando tengamos sueño, por una sencilla razón: dar vueltas en la cama, pensando que no nos dormimos, no hace sino reforzar el sistema de alerta y nerviosismo de nuestro cerebro, con lo que dormir se hace tarea imposible”.