Es indudable que la Navidad se ha convertido en la época del año en la que más consumimos, y no movidos por los precios bajos como sucede en las rebajas, sino por el afán de celebración. Por eso esta época se convierte en el momento perfecto para pasar por alto un trastorno psiquiátrico que constituye un grave problema social, económico y personal a las personas que lo padecen: la compra compulsiva.
Se habla de ‘comprador compulsivo’ cuando la persona tiene una dependencia, una necesidad de comprar superior a su voluntad y es incapaz de controlarse. «El comprador compulsivo, además, no respeta períodos», explica el doctor José Antonio López Rodríguez, vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría (ASEPP).
Este tipo de conducta responde a una insatisfacción y desilusión en general y suele estar asociada a un cuadro de ansiedad o problemas de adaptación: «El 80 por ciento de los casos se da en mujeres, muchas de ellas amas de casa de entre 40 y 60 años, que han perdido la motivación y suelen padecer un trastorno obsesivo», asegura el experto.
Junto con este perfil, conviven otros no tan extendidos y conocidos: trabajadores con alto nivel de estrés para los que comprar el fin de semana se convierte en su válvula de escape, y adolescentes, en torno a los 17 años, con un nivel socioeconómico medio-alto y dificultades de adaptación, que pueden haber sufrido trastornos de personalidad o algún episodio depresivo moderado o un trastorno de la alimentación.
No obstante, «la condición social no es determinante, el hecho de tener un mayor poder adquisitivo no implica que en personas con menos posibilidades no se reproduzca este tipo de trastorno», matiza el López Rodríguez.
Síntomas
Además de no comprar para ellos mismo, lo que les importa es el hecho de la compra en sí, las personas afectadas por este trastorno sienten un deseo irresistible y una tensión que solo se calma al realizarlas. Tras el alivio de esta tensión, surge un pasajero sentimiento de bienestar, seguido de frustración y enfado debido a lo inútil de la compra y la insatisfacción personal por no haber sido capaz de contenerse.
«Estos episodios se pueden llegar a reproducir varios días a la semana y la personas afectadas tienden a ocultarlo a su allegados, que solo son conscientes de la situación en contadas ocasiones», agrega el experto.
El mayor obstáculo es que estos compradores no reconocen el problema y no piden ayuda hasta que se ven obligados por la familia y la pareja, muchas veces tras haber arruinado la economía familiar o haber contraído una importante cantidad de deudas.
Desgraciadamente, de no tratarse este trastorno puede hacerse crónico, como sucede en un 60 por ciento de los casos. Por ello el doctor López Rodriguez aconseja acudir al médico «en el momento en que no se puede controlar el impulso y es más fuerte que le voluntad».