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el paciente: edurne pasabán

«Llegué al punto de solo poder pensar en tomarme una pastilla o morir»

La montañera relata otra de sus proezas: cómo superó una fuerte depresión que la llevó a un centro psiquiátrico

12.02.13 - 13:03 -

La alpinista Edurne Pasaban, la primera mujer en alcanzar la cima de los catorce ocho miles, confiesa que no fue un camino fácil. «Tuve que dejar muchas cosas a un lado». Tantas, que en 2006 cayó víctima de una fuerte depresión.

Hace unos años, sin embargo, no las tenía todas consigo. Hablamos del 2006. La deportista llegaba del Nanga Parbat, tras una expedición que la había dejado exhausta, y comenzó a hacerse preguntas: «Había decidido dedicar mi vida a la montaña», explica, «e intentaba vivir de esa pasión», algo que en aquel entonces no era precisamente fácil.

Rondaba los 32 años y, a su alrededor, su hermano y sus amigos comenzaban a formar familias. Por otro lado, «mis parejas no entendían lo que yo hacía, quizá porque me pasaba seis meses fuera de casa o porque hacía las expediciones con otros hombres».

Para colmo, «la única persona a la que creo que he amado en la vida me dejó». La montañera sufrió una depresión y culpó a la montaña de todo lo que sucedía en su vida personal. «Me decía a mí misma: ‘Si sigo siendo alpinista nunca voy a poder tener hijos, no voy a poder ser feliz y ningún tío me va a querer», resume contundente.

En aquel momento solo pensaba en dos cosas: «O tomarme una pastilla para que todo lo de la cabeza desapareciera o morir», dice con una sinceridad pasmosa.

Con todo, nunca dejó de practicar deportes, algo que los expertos recomiendan cuando se tiene una depresión porque se producen endorfinas que ayudan al paciente. Pero Pasaban lo hacía «sin ganas. Solo te apetece estar en la cama y no moverte».

«Solo puedes salir por ti mismo»

Pero pronto comenzó a buscar salidas. «Al principio nadie te entiende, ni siquiera tu familia ni tus amigos», comenta, aunque reconoce que su apoyo ha sido constante. «Eso te produce mucha impotencia porque tratan de sacarte del lodo con frases como ‘pero si lo tienes todo’. Entonces, empiezas a ir a psicólogos y psiquiatras».

Hasta que un buen día, un médico en la familia se acercó a verla. La tolosana le pidió ayuda y entró entonces en un centro psiquiátrico.

El primer contacto fue todo un choque. La alpinista acababa de pasar quince días escalando sobre hielo en los Alpes. «Fue muy duro. De pronto, me encontraba haciendo terapia y me preguntaba que qué hacía allí cuando dos días antes estaba escalando».

Después de estudiar el caso, le pusieron medicación y comenzó a mejorar. «Las medicinas te ayudan mucho, pero la única manera de salir es por ti mismo, con las terapias, dándote cuenta de cuál es el problema y viendo cómo puedes salir del mismo».

La luz al final del túnel se la mostró, una vez más, la montaña que tanto le ha acompañado a lo largo de su vida. Su primo Asier, con quien ahora hace la mayor parte de las expediciones, le dijo que se iban al Broad Peak, una cima que Pasaban iba a tratar de coronar nada más subir al Nanga Parbat.

«Me dijo que probara y que allí vería si quería seguir dedicándome al alpinismo o no», rememora.

Compaginar sus dos vidas

Después de su asalto al Broad Peak, arrancó el proyecto de finalizar los catorce ocho miles: «Me centré en el objetivo y creo que me ha sacado de todo eso», confiesa.

Ahora bien, ¿temía culminar los catorce ocho miles y dar por finalizado su gran reto? «Me daba algo de vértigo. Cuando una persona está enferma, crea una burbuja a su alrededor en la que se siente cómoda. Los catorce ocho miles eran la mía. Tomé antidepresivos hasta el último día que ascendí al Sisha Pangma. Entonces, comencé a dejar los medicamentos poco a poco porque no se puede dejar de golpe».

Ahora su gran objetivo compaginar la montaña con la vida personal: «Quiero formar una familia y tener hijos pero no voy a dejar mi pasión por la montaña porque es lo que me da la energía para seguir viviendo».

«Llegué al punto de solo poder pensar en tomarme una pastilla o morir»
Luchadora y tenaz, la tolosana logró salir airosa de la situación y asegura que «el mayor ocho mil es la propia vida». FOTO: Elvira Megías
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