Científicos de la Universidad de Oviedo, el Instituto de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias (IMOMA) y el Hospital Universitario Central de Asturias, han descubierto que los genes que codifican las alfa-cateninas 2 y 3, dos proteínas implicadas en el proceso de interacción entre células, están mutados e inactivados en un 15% de los cánceres de laringe.
El estudio encontró que estas proteínas, cuando están inactivas, favorecen la progresión del tumor. Además, la investigación dirigida por el catedrático Carlos López-Otín, demostró, mediante el estudio de los casos clínicos, que los pacientes que tienen alteradas estas proteínas presentan un peor pronóstico.
Aplicaciones prácticas del descubrimiento
Los resultados fueron publicados en la revista Nature Communications, donde se explica que este descubrimiento puede ayudar a mejorar el pronóstico del cáncer de laringe y, en el futuro, desarrollar terapias más eficaces, pues se concluye que “la presencia de las alfa-cateninas 2 y 3 frena la progresión tumoral, actuando como productos de nuevos genes supresores tumorales, ya que hasta el momento no se había identificado su implicación en tumores humanos”, dicen sus coordinadores. “Las aplicaciones prácticas de estos descubrimientos podrían ir desde de la introducción de mejores métodos para anticipar el pronóstico de los pacientes con este tipo de cáncer, hasta el futuro desarrollo de nuevas terapias dirigidas específicamente a contrarrestar las alteraciones que se producen en el comportamiento de las células tumorales con mutaciones en estas proteínas”.
El estudio se basó en una tecnología punta que permite conocer el genoma completo de una persona o de un tumor de manera rápida y precisa, llamada secuenciación. Al aplicarla en el genoma de pacientes con este tipo de tumor se demostró que, en 15 % de los casos estudiados de cáncer de laringe, los genes que codifican a estas dos proteínas han mutado. A partir de los resultados de la secuenciación se analizaron 85 muestras de cáncer de laringe.
El proyecto contó con financiación del Ministerio de Economía y Competitividad, la Fundación Botín, la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, la Obra Social Cajastur y el Instituto de Salud Carlos III.