Comencé comprando microscopios para usarlos como elemento decorativo, pero las adquisiciones crecieron tanto que al final se convirtió en una colección de cerca de 200».
Quien así habla es Eliseo Carrascal, catedrático de Histología Humana en la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca y dueño de esta preciosa e interesante muestra de microscopios que alberga la Real Academia Nacional de Medicina, a la espera de que pueda ser inaugurado el futuro Museo Infanta Margarita.
Desde la primera lente datada que existe, encontrada por el arqueólgo Austin Layard durante sus excavaciones en la ciudada asiria de Nínive, hasta los microscopios tipo Drum de los años 70, recorremos la historia de un invento del que aún se desconoce su origen.
El primer microscopio
«Dicen que el primer microscopio lo hizo Zacharias Janssen, pero hoy se sabe que esto es prácticamente mentira. La cita bibliográfica donde apareció este dato es muy dudosa. Lo poco que sabemos verdaderamente de Janssen es que era un hombre de dudosa reputación, condenado por fabricar moneda falsa y con muchos delitos sobre sus espaldas», explica el experto.
Por eso, es mejor pasar cuanto antes este episodio para destacar el valor de los hallazgos de Antoni van Leeuwenhock.
Este hombre, que no tenía carrera alguna, pulía ya en el siglo XVII pequeñísimas lentes con tal perfección que eran el asombro de su época, logrando obtener aumentos de hasta 270 diámetros. «De él cabe además destacar su rigor científico y su capacidad de observación. Fue el primero en observar y describir las bacterias, hallazgo que luego tardó 200 años en ser redescubierto y asociado con las enfermedades que provocan», matiza Carrascal.
El joven Freud
Así, entre lentes y accesorios, van descubriéndose historias como la que nos desvela a un joven Freud trabajando como microscopista. «De hecho, publicó unos trabajos muy buenos sobre la corteza cerebral y el Nobel Santiago Ramón y Cajal le citó varias veces por esta labor».
Y todo sin perder de vista microscopios tan curiosos como el Coddington que sirvió a Darwin para examinar la anatomía de los escarabajos, una de sus pasiones, o los plegables empleados en las expediciones al África Central en el siglo XIX.