Mordió con más ganas que nunca la Copa de los Mosqueteros y lloró mientras escuchaba los acordes del himno español en París ante la atenta mirada del Príncipe Felipe. Rafa Nadal lo había ganado todo pero este Roland Garros era muy especial. La confirmación de un regreso prodigioso después de siete meses de calvario. Descansará sin jugar en Halle y llegará a Wimbledon sin preparación sobre hierba. Pero era momento para hablar de su sonado triunfo.
«Satisfacción, felicidad y agradecimiento. La larga baja por lesión no se olvida fácilmente, pero la gente me ha transmitido energía positiva con sus constantes mensajes de apoyo», comentó el manacorense tras el esfuerzo. «No es bonito hablar de hazaña cuando lo ha protagonizado uno mismo, pero nueve torneos, nueve finales y siete títulos desde la vuelta no lo imaginaba ni en mis mejores sueños», añadió, más consciente que nunca de que «no se gana siempre y días así hay que aprovecharlos y disfrutarlos a lo grande porque igual ya no se repiten».
Exultante tras imponerse en las ocho finales disputadas en París y elegante con su amigo David Ferrer, del que alabó su esfuerzo y afán permanente de superación, Nadal sabe que precisa un descanso. La lesión le sirvió para sentirse ahora «más fresco mentalmente, con una visión más clara de lo que hay que hacer para que todo vaya bien». Pero la mente no funciona si los músculos y las articulaciones dicen basta. «Lo fundamental es intentar seguir sano. Sin salud, el resto es imposible».