Algunos aficionados se resguardan bajo un paraguas durante una de las interrupciones./Benoit Tessier (Reuters)
La final estaba siendo rara. A ráfagas, dominaba Rafa Nadal. A ratos, se imponía Novak Djokovic. Si antes de la primera parada del partido el balear había sido el dueño y señor del encuentro, con dos sets en su haber, con un juego poderoso y con una sensación de gran superioridad, el primer parón por la lluvia trastocó el encuentro. En la reanudación, el serbio se vino arriba y encadenó ocho juegos seguidos que le otorgaron el tercer set y le permitieron ponerse por delante en el cuarto. Sin embargo, justo cuando Nadal cortaba esa racha y parecía entonarse de nuevo en la final, comenzó a llover con fuerza en París y el encuentro se detuvo por segunda vez. En esa ocasión ya de forma definitiva. Si la lluvia lo permite, ya que la probabilidad de que caiga agua también es alta, este lunes se reanudará de nuevo la final, a partir de las 13.00 horas.
Mucho antes de que la lluvia hiciese acto de presencia, Nadal se propuso comenzar arrollando a su rival. Pese a que Djokovic consiguió remontar una desventaja de dos roturas de servicio, el acto inicial tenía nombre y apellido: Rafa Nadal. Con un gran juego desde el fondo de la pista y sin muchos errores no forzados, el número dos del mundo cerró una manga convertida en un carrusel de ‘breaks’. Apretaba el puño, gesticulaba, celebraba los puntos. Estaba metido en el encuentro y era el dueño de él.
Después de ganar la primera manga y marchar en el ecuador de la segunda por arriba en el marcador, comenzó a chispear en la pista. Los paraguas afloraron en la central de Roland Garros y se paró el encuentro. Con 6-4 y 5-3 para Nadal, se suspendió momentáneamente la final. Tras más de media hora, el balear volvía completamente enchufado a la pista, rompía el servicio del serbio, cerraba la manga y se ponía 2-0 a su favor.
Sin embargo, a partir de ese momento comenzó el vendaval de Djokovic. Nadal perdió pista y dejó de herir al primer cabeza de serie. Comenzó a sufrir desde el fondo de la cancha y se olvidó de coger su derecha y de cubrirse con ella. Y lo pagó con un terrible parcial de ocho juegos seguidos para el campeón este año del Abierto de Australia. EL manacorense se quejaba de las bolas. Simulaba con sus manos que las pelotas tenían el tamaño de las de baloncesto. No estaba cómodo. Y además, cuando parecía que podía volver a ser el de las dos primeras mangas, cuando reencontraba sensaciones, se paró la final de Roland Garros.La lucha por el título parisino, que sería el séptimo en la carrera de Nadal, para superar la mítica marca de Björn Borg, se decidirá este lunes, si el tiempo lo permite.
