Ficha técnica
No se equivoquen, porque en la estupenda película de Daniel Sánchez Arévalo 'La gran familia española', no hay gente guapa, ni gente famosa: hay, simplemente, gente, 'ordinary people' con la que es inevitable simpatizar. Una boda, a punto de celebrarse el mismísimo día de la final del Campeonato Mundial de Fútbol en Sudáfrica, es el detonante argumental de esta agridulce comedia costumbrista, filmada con elegancia por el máximo responsable de 'Gordos'. Un cineasta también atrevido, por meterse en camisa de once varas al acercarse con más sentido del humor que sentido trágico a la desilusionada España actual.
La espuma de los días, el diario discurrir de seres humanos aparentemente felices, pero incapaces de asumir sus responsabilidades, sueños y ambiciones están captados sin trampa ni cartón. Por si fuera poco, el enfrentamiento generacional aparece reflejado con punzante ironía, evitando con un lúcido criterio las actitudes maniqueas o dogmáticas. Así pues, sinceridad en la cámara que contempla los rostros de los personajes, dejándolos libres para expresar sus alegrías y tristezas, también su dolor y sus incertidumbres.
Porque Daniel Sánchez Arévalo deja espacio para que el espectador decida por su cuenta y riesgo, sin inmiscuirse más de lo estrictamente necesario en lo dimes y diretes de todos ellos, observándolos pero no juzgándolos. De ahí que esta fábula salte del enredo al esperpento, del ridículo al patetismo, con una agilidad que sólo muestran las comedias de fuste. La clarividencia del retrato social debe mucho a la labor de dirección, a la escenografía y a un reparto soberbio: los protagonistas están bien, pero los secundarios están mejor, sobre todo por lo que respecta a los jóvenes recién llegados Patrick Criado, Sandra Martín y Arancha Martí. Pero además, detrás de la proeza, se esconde una bella película.