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Maribel Verdú, una actriz incansable

Aspira a su segundo Goya por el rol de la pérfida madrastra de la ‘Blancanieves’ de Pablo Berger

07.02.13 - 21:41 -
Maribel Verdú, una actriz incansable
La actriz Maribel Verdú, en 'Blancanieves'. / RC

“Con la edad ganas conocimiento, y ganas miedos e inseguridades”. De la primera parte de esta sentencia dictada en su día por Maribel Verdú poca duda queda, pero más complicado resulta pensar que la segunda se amolde a esta mujer que, desde que hiciese su primera aparición en la gran pantalla con ‘El orden cómico’ (Álvaro Forqué, 1986) ha caminado con paso seguro por el firmamento cinematográfico nacional, del que se ha convertido en uno de sus rostros más conocidos y queridos por público y compañeros de profesión.

Mujer aguerrida criada en el seno de una familia muy volcada hacia el sector de la enseñanza, a los trece años ya se ganaba la vida prestando su rostro a campañas publicitarias y a los quince desafiaba la autoridad paterna abandonando los estudios para ir de casting en casting tratando de labrarse un futuro delante de las cámaras, esas que le habían conquistado desde que Vicente Aranda la reclutase para ‘El crimen del capitán Sánchez’, una de las entregas de la serie ‘La huella del crimen’. Corrían los años ochenta y la ‘Movida’ estaba en pleno apogeo. Una época que en cierta ocasión describió la intérprete como “lo más heavy” que ha vivido y que ella aprovechó para hacerse un nombre dentro de la profesión gracias a títulos como ’27 horas’ (Montxo Armendáriz, 1986), ‘El año de las luces’ (Fernando Trueba, 1986), ‘La estanquera de Vallecas’ (Eloy de la Iglesia, 1987) o ‘El aire de un crimen’ (Antonio Isasi-Isasmendi, 1988).

Su seguridad, su ductilidad y sus dotes para el drama conquistaron a algunos de los cineastas más reputados de la época, que transformaron las líneas de su rostro y los pliegues de su cuerpo en objeto de deseo por parte de los espectadores masculinos. Especialmente desde que Vicente Aranda la convirtió en la novia cornuda de Jorge Sanz en Amantes (1991), una película de fuerte carga erótica que marcaría un antes y un después en la trayectoria de esta mujer que creció admirando la desvergüenza de Pippi Calzaslargas y que en su día soñó con convertirse en detective privado, obnubilada por ‘Los Ángeles de Charlie’. Para entonces ya había ganado soltura a la hora de quitarse la ropa, algo que contrastaba con el impacto que supusieron años atrás las exigencias del guion de ‘El sueño de Tánger’, filme que reclamó su primer desnudo y su primera escena de sexo cuando apenas era una adolescente que en la vida real ni siquiera sabía lo que era tener novio. Aprendió así a amar, como tantas otras cosas, a través del cine.

Acaparadora de premios

‘Amantes’ le proporcionaría su primera nominación al premio Goya a la mejor actriz principal, un galardón que no recaería en sus manos sino hasta 2008 con ‘Siete mesas de billar francés’, de Gracia Querejeta, tras otras tres candidaturas fallidas. Repetiría nominación en 1997 con ‘La Celestina’, en 1998 con ‘La buena estrella’ y en 2007 con ‘El laberinto del fauno’, y, una vez que el galardón reposaba ya en su casa, en 2009 con ‘Los girasoles ciegos’, en 2010 con ‘Tetro’ y en 2012 con ‘De tu ventana a la mía’. A esas alturas, esta madrileña amante del arroz blanco con ajo y del cava había tenido tiempo de sentar cátedra en un largometraje galardonado con el Oscar a la mejor película extranjera de habla no inglesa –‘Belle epoque’ (Fernando Trueba, 1992)-, cultivar su bis cómica en la serie ‘Canguros’ y hacerse con un nombre destacado dentro del cine mexicano merced a ‘Y tu mamá también’ (Alfonso Cuarón, 2001), industria que reconocería su talento al otorgarle el premio Ariel por ‘El laberinto del fauno’ (Guillermo del Toro, 2006). Fue de los pocos cantos de sirena que atendió en el plano internacional una mujer que ha preferido desarrollar su carrera casi de forma íntegra en España.

Trabajadora infatigable y lectora empedernida, comenzó a espaciar un poco más sus proyectos con el cambio de siglo, lo que le permitió pasar más tiempo con su marido, el también actor Pedro Larrañaga, con quien se casó en marzo de 1999, aunque sin bajar de los dos o tres títulos por año. Así ocurrió en 2012, cuando volvió a ocupar un lugar destacado en la cartelera con ‘Fin’, un filme apocalíptico de Jorge Torregrossa que tuvo un notable desempeño en la taquilla, y, sobre todo, con ‘Blancanieves’, esa versión patria, castiza, muda y en blanco y negro que Pablo Berger hizo del cuento de los hermanos Grimm convirtiendo a Maribel Verdú en una malvada madrastra que puso al público a sus pies. Una película con la que la madrileña, que atesora también la Medalla de Oro de la Academia de Cine y el Premio Nacional de Cinematografía, aspira a llevarse su segundo Goya.

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Tráiler y cartel de Blancanieves. / Foto y vídeo: RC
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