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Premios goya 2013 | mejor actor

José Sacristán, el encanto de un tipo corriente

Con 76 cumplidos y cinco décadas de trabajo a las espaldas, opta a su primer Goya por su papel de asesino a sueldo que a punto de morir recorre la Argentina profunda

07.02.13 - 21:39 -
José Sacristán, el encanto de un tipo corriente
El actor José Sacristán, en 'El muerto y ser feliz'. / RC

Ni su físico desaliñado, ni su humildísimo origen, ni su habla peculiar o su exagerada gestualidad auguraban un buen futuro como actor a José Sacristán. Era un chico de pueblo, “gordito y con sabañones”, nacido en Chinchón (Madrid) en 1937, en plena guerra civil, que cambiaría a tiempo el mono de mecánico por el escenario. Ha escalado paso a paso la montaña de una profesión incierta y exigente y se ha ganado a pulso el respeto de todos y algún que otro premio. Le falta la guinda del Goya, al que aspira por primera como mejor actor con 76 cumplidos y tras cinco décadas de trabajo, por su papel en ‘El muerto y ser feliz’ de Javier Rebollo. Él se define como “sanchopancesco de origen y Quijote por aspiración”.

Comenzó explotando su desbordante vis cómica en películas en blanco y negro en una España todavía gris y franquista. Exageró aún más ese histrionismo tan carpetovetónico en españoladas con mucha carne femenina a la vista y zafios guiones, ya con el dictador en las últimas. Con Franco bajo tierra, aquel comunista activo desplegó la habilidad del descarte y acabó encandilando a directores y espectadores. El primero José Luis Garci, que le dio la oportunidad de oro para demostrar que encarnaba mejor que nadie al nuevo español medio en ‘Asignatura pendiente’, y que ese tipo común tenía encanto.

Depurando sus papeles y en manos de directores que supieron escarbar en su múltiples registros bordó a ese español corriente. También lo descubrió el teatro comercial en la transición, y aun más tarde el cine argentino que no ha dejado de reclamar y reconocer a este eficiente actor que, como el buen vino, no deja de ganar solera. Tanta, que porta hoy una antorcha con llamas cómicas y dramáticas que sostuvieron antes que él José María Rodero, Fernando Rey, Adolfo Marsillach, José Luis López Vázquez o Fernando Fernán Gómez.

Sacristán, Pepe para todos, ha trabajado a destajo en el cine, participando en casi centenar y medio de películas y series en las que cabe de todo; mucho malo, bastante bueno y un puñado de películas excepcionales. Pero ha tenido que esperar medio siglo para que la profesión a la que tanto ha dado le reconozca como aspirante a un Goya que reconozca el talento que algunos atisbaron ya hace décadas y que explotaron directores como Berlanga, Forqué, Garci, Camus, Gonzalo Suárez, Gutiérrez Aragón, David Trueba o su llorado Fernán Gómez.

Gusanillo de la farándula

Antes del cine estudió mecánica en la Institución Sindical de Formación Profesional Virgen de la Paloma y trabajó como tornero sin concluir los estudios. El gusanillo de la farándula le picó cuando era un joven recluta en Melilla. De vuelta a la península, cambia el torno, el mono y la grasa por las tablas del teatro independiente. Tras sus pinitos como aficionado en el Teatro Infanta Isabel de Madrid, encontró un resquicio para profesionalizarse en el cine con papeles secundarios. Fernando Palacios le da la alternativa haciéndole un hueco en el reparto de ‘La familia y uno más’, a partir de la cual encadenó comedias de todo pelaje. Se forjó Sacristán en el ‘landismo’ y encadenó trabajos alimenticios como ‘Vente a Alemania, Pepe’, ‘No desearás a la mujer del vecino’, ‘Mi mujer es muy decente, dentro de lo que cabe’ , ‘Vida conyugal sana’ o ‘Lo verde empieza en los Pirineos’ donde conoció a la que sería su primera esposa, la actriz francesa Liliane Meric.

Mediados los setenta llegaron los regalos de Garci con ‘Asignatura pendiente’ y de Pedro Olea con ‘Un hombre llamado Flor de Otoño’ que le permiten dar un giro a su carrera. Alejado al fin de la astracanada, brilló en ‘La colmena’, de Mario Camus o ‘El pájaro de la felicidad’, de Pilar Miró. Aún tardaría en dar un paso decisivo y colocarse detrás de la cámara. Dirigió y protagonizó ‘Solados de plomo’, ‘Cara de acelga’, en la que firmó el guion con Carlos Pérez Merinero, y la adaptación de la comedia ‘Yo me bajo en la próxima ¿y usted?’. En lo personal también su vida había dado un giro en aquellos años en los que entabló relación con la que sería su segunda mujer y madre de sus tres hijos, Amparo Pascual.

En el teatro el gran éxito llegó en 1992 con ‘Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?’ en la que hizo una memorable pareja con Concha Velasco, a quien se otorga este año el Goya de Honor por toda su carrera. Desde entonces ha alternado los escenarios y los platós, pero ha cosechado sus éxitos más destacables con musicales como ‘El hombre de La Mancha’ y ‘My Fair Lady’ en los que compartió escena con Paloma San Basilio.

Respetado por sus colegas y muy querido por el gran público, lo cierto en que los premios le ha llegado con cuentagotas desde que en 1978 el Festival de San Sebastián le diera una Concha de Plata por ‘Un hombre llamado Flor de Otoño’. En 1982 consiguió el primero de sus cuatro Fotogramas de Plata por su papel en ‘La colmena’, pero han tenido que pasar 35 años para que se le premiara con otra Concha de Plata por encarnar en ‘El muerto y ser feliz’ a un asesino a sueldo que a punto de morir recorre la Argentina profunda. Argentina le otorgó en 2011 el premio Cóndor de Plata por toda su trayectoria que concede la asociación de cronistas cinematográficos. Había recibido el mismo premio al mejor actor en 1992 por su trabajo en ‘Un lugar en el mundo’, su primer gran éxito en el país andino.

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Tráiler y cartel de 'El muerto y ser feliz'. / Foto y vídeo: RC
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