La reformulación del cine mudo en pleno siglo XXI ya tiene su versión castiza. 'Blancanieves', nominada en 18 de las 28 categorías de los Goya, es la gran favorita de la XXVII edición de los premios que entrega la Academia de Cine el próximo 17 de febrero. Y lo es por la audacia de su propuesta, su belleza, la emocionante e imaginativa traslación del cuento de los hermanos Grimm a una Andalucía negra, poblada por toreros, flamencas, caciques, estafadores y enanos y todo ello filmado con un expresionismo deslumbrante.
Muchos, equivocadamente, hablarán de 'Blancanieves' como una película que nació a la sombra del éxito de 'The Artist'. Pero el proyecto no nació ayer: Pablo Berger ha estado los últimos cinco años tratando de levantar la financiación de un proyecto que muchos productores tacharon de suicidio. ¿Cine mudo en blanco y negro en tiempos del 3D y el furor digital? Luego, en 2011, aterrizó 'The Artist' en Cannes y le llegó su momento de gloria en los Oscar 2012. La medida de su éxito puso en entredicho lo que muchos consideraron antes un riesgo innecesario. Pero 'Blancanieves' va mucho más allá del chascarrillo cinéfilo de la película del francés Michel Hazanavicius: La 'Blancanieves' de Berger no precisa del homenaje pintoresco al cine mudo de Hollywood de 'The Artist' para justificar su naturaleza silente. La película se vale a sí misma. El mito le pedía a Berger la fuerza y expresividad del cine primitivo.
“Yo amo el cine mudo, he tenido verdaderos momentos de éxtasis con él. Creo que los cineastas hacemos bien mirando a los orígenes”, ha afirmado a este periódico recientemente. La fuerza de su visión -que estuvo siempre acompañada por su cómplice Maribel Verdú- le ha granjeado ya un creciente abanico de premios: de la Concha de Plata de la debutante Macarena García, que interpreta a Blancanieves, al Premio Especial del Jurado del mismo certamen, el Sant Jordi a mejor película o el Forqué en la misma categoría. Eso, además de la apabullante recepción de la crítica dentro y fuera de España, y una respuesta del público nada desdeñable.
Pero el cine mudo lleva décadas perviviendo gracias a francotiradores que han insistido en la capacidad dramática y de ensoñación del cine primitivo. Paradigmático es el caso del canadiense Guy Maddin, que con 'The saddest Music in the World' o 'Dracula: Pages from a Virgin's Diary', además de multitud de cortos, ha llevado a cabo una exhaustiva y fascinante recreación vanguardista del cine mudo, siempre bañado de humor y melancolía. Otros balazos han venido de Argentina ('La antena', 2008) o de la vecina Portugal: Miguel Gomes ha estrenado recientemente 'Tabú' en España, película con la que ganó el premio Fipresci de la Berlinale pasada, y que en su segundo tramo construye un folletín que juega con los parámetros del cine mudo, haciendo al tiempo una revisitación a la película homónima de Murnau. Todo sin olvidar la contribución de Aki Kaurismaki y su 'Juha' en 1999. Ejemplos todos exentos de las campañas promocionales y de la atención mediática de 'Blancanieves' o 'The Artist', y convencidos de que el silente es mucho más que cine en blanco y negro y sin palabra hablada.
'Blancanieves' no es por tanto un fenómeno aislado, pero se vale de sí misma para dejar claro que es uno de los títulos más originales y genuinos del cine español.