Crítica
Al Socaire, aires de Cantabria
La fórmula que traen bajo el brazo es sencilla: cocina muy tradicional, fundamentalmente la de su tierra, en una carta breve que se completa con recomendaciones del día
![Arroz meloso con bogavante de Al Socaire](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2017/02/03/al-socaire-madrid-kcwH--620x349@abc.jpg)
Abierto hace poco más de un mes, Al Socaire es el nuevo restaurante de la Casa de Cantabria en Madrid , a un paso del Retiro. Un proyecto que han puesto en marcha tres mujeres cántabras. Al frente está Mariví González Coro, a la que los santanderinos conocerán porque regenta el hotel La Concha y el restaurante El Corral en la playa de Suances. Con ella, como socias, Penche Laso, que además ha decorado el comedor, y la cocinera Toñi Blanco, que estuvo más de una década en el citado El Corral y ahora viene a la capital para hacerse cargo de los fogones de este nuevo establecimiento. La fórmula que traen bajo el brazo desde Cantabria es sencilla: cocina muy tradicional, fundamentalmente la de su tierra, en una carta breve que se completa con recomendaciones del día en función del mercado. Aunque depende de la Casa de Cantabria, el restaurante tiene una entrada independiente a través de una escalera junto a la que se encuentran varios espacios al aire libre preparados para comer o cenar y tomar copas cuando llegue el buen tiempo. El amplio comedor, con capacidad para un centenar de comensales, está presidido por dos grandes fotografías: una del litoral de Suances y otra del Puerto Chico santanderino. Le sobran, eso sí, algunos detalles un tanto recargados y, sobre todo, solucionar el problema del frío que llega a las mesas más próximas a la puerta cuando esta se abre.
Lo importante en cualquier caso es que en estas primeras semanas Al Socaire apunta muy buenas maneras. Sobre todo en lo que a platos de cuchara se refiere, la gran especialidad de esta casa. Guisos sobresalientes hechos a la manera tradicional, sin prisas. Y servidos en raciones generosas, como se estila en Cantabria, con la sopera que se queda en la mesa una vez servida la primera tanda. La sopa de ajo (10 €), tan difícil de encontrar en Madrid, está francamente buena, bien desengrasada pero con todo el sabor. Lo mismo ocurre con el cocido montañés (12), muy logrado, a base de alubias, berza y los complementos del cerdo (chorizo, morcilla y lacón). Ambos guisos están a diario en la carta junto a una sopa de pescado (12). Y se completan con una propuesta del día (12), que lo mismo puede ser una fabada que un cocido lebaniego.
Para empezar, buenas anchoas en salazón (19) a las que les fallan las tostadas de pan que las soportan, hechas con mucha antelación. No están a la altura las rabas (12), bastante mejorables. En la carta no falta la merluza, aunque es mejor opción elegir el pescado del día. Probamos un gallo (25) hecho entero a la plancha, muy fresco y en su punto, que la camarera limpia antes de servir. De las carnes destaca la casquería. Buenos callos (15) y rica la lengua de ternera rebozada y guisada en salsa de trufa (18). Los postres son caseros. Más que notable el arroz con leche (6), mientras que la leche frita (6) tiene buen sabor pero lamentablemente llega a la mesa recalentada. En cuanto a la bodega, es tan tradicional como la carta de platos y algo limitada.
Lo mejor: Los platos de cuchara.
Precio medio: 50 €.
Calificación: 7.
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