El del medio: casa de comidas con personalidad
Su propietario y cocinero, Alberto González, maneja una breve carta complementada con diversas sugerencias del día
El del Medio abrió sus puertas el pasado verano en un tranquilo pasaje del final de la calle Costa Rica, en el barrio de Chamartín. Su propietario y cocinero es Alberto González , un joven chef de Barcelona con recorrido por diversos lugares del mundo, especialmente Francia, y que tras casarse con una economista madrileña muy aficionada a la repostería decidió instalarse en la capital, en un pequeño local que dispone de terraza, una mínima barra y un pequeño comedor con apenas una decena de mesas. Enlaza esta nueva casa con la tradición de las casas de comidas, de esos restaurantes de barrio cuya principal aspiración es dar de comer bien a su clientela, casi siempre gente que vive o trabaja en los alrededores. González maneja una breve carta complementada con diversas sugerencias del día. Platos para todos los gustos a los que el cocinero aporta casi siempre su toque personal. Satisfactorios, aunque aún falta afinar algunos pequeños detalles que impiden que el resultado final, pese a las buenas maneras, sea tan redondo como puede llegar a ser.
Empezamos muy bien con un aperitivo de crema de calabacín, agradable y reconfortante en estos fríos días de invierno. Como entrada elegimos los buñuelos de brandada de bacalao (7,50 €) , con unos puntos de alioli de tomate asado. Estupenda la cobertura, ligera y muy crujiente, y correcta la brandada del relleno, aunque algo plana de sabor. Sorprende encontrar en la carta una sopa de cebolla (10,95) , cada vez menos habitual en nuestros restaurantes. El cocinero hace una personal interpretación, que funciona. Sobre una especie de pastel de pan y cebolla que lleva encima una yema de huevo de codorniz y queso fundido se vierte un caldo de cebolla. Buena combinación que sin embargo tiene un problema de temperatura. Al servirse aparte, el caldo se enfría muy pronto. Nos gusta menos unos saam de rodaballo, kimchi y lima (12,95) . El pescado, cortado en trozos pequeños y rebozado, con una mayonesa de kimchi, se presenta en hojas de lechuga para hacer rollitos y comer con la mano. Un bocado agradable, sin mayor trascendencia. Sería bueno que la lechuga tuviera mejor presencia. Por contra está muy bueno el steak tartar (17,95) , que llega cortado a mano desde la cocina, pero con el punto de picante solicitado. Encima, unas bolitas de caviar de aceite de oliva. En la carta encontramos también cosas apetecibles que quedan para otras visitas como los callos de ternera (10,50) , el arroz con rabo de toro (15,95) , o la butifarra de perol con mostaza y encurtidos (9,50) . Y verbalmente el cocinero, que es quien toma la comanda, nos sugiere un rape a la brasa con guiso de garbanzos o una carne de larga maduración (90 días) con crema de wasabi.
De los postres, todos caseros, el propio cocinero nos recomienda la tarta de limón con merengue italiano (5,50) . Un acierto, bien trabajada y nada empalagosa. La carta de vinos es muy breve pero está seleccionada con criterio, buscando referencias poco habituales. Y sobre todo con unos precios contenidos que invitan a beber. Cuando se vayan puliendo esos pequeños detalles esta va a ser una casa más que interesante. Habrá que seguirla de cerca.
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