Una Feria; dos mundos y más
El calor sigue siendo el protagonista en el Real del González Hontoria, el cual se ve mejor desde las alturas de las 'cunitas' y el 'galeón' en una calle cuyo nombre fue 'infierno' y que hoy cuesta una pasta
Actualizado:En este segundo día de pasión por la Feria de Jerez, para un periodista de una edad poco apropiada, tener que llegar a la redacción y dejarse las yemas de los dedos en un teclado es bastante difícil. Uno no llega a saber si el González Hontoria estaba o se lo han inventado.
Ya dije ayer que el fiambre barato y las latas no son el mejor remedio para aplacar la fame que uno lleva desde hace días. Llegar al Real del Hontoria sin gafas de sol tras haber vivido una noche de desenfreno, y en un día en que partidos políticos y sindicatos se dejaron el alma por agasajarnos, pedir que te dieran de comer caliente fue una plegaria que tuvo respuesta terrenal. En los cocos, además mereció la pena. Esta Feria está dedicada a la Igualdad, y es este sitio el único que tiene una bolsa de colaboración para la asociación que trabaja por los enfermos de Alzheimer. Toma ya.
Los plumillas teníamos para jartarnos de comer; y el mundo en unos platos. Que sí la UGT, el PSOE, la Coag, Asaja, el PA. Era imposible repartirse entre tantos lugares, aunque en la Feria todo es posible, aunque el don de la ubicuidad sólo lo tienen Dios y la Coca- Cola.
Dicho esto, el martes de Feria tuvo una mejor entrada por los tornos del Bodowski, la Principal y Sementales. Vaya vuelta. Todos ligeritos de ropa y sin verticalidad, porque el calor ya ha comenzado a hacer estragos, sobre todo entre ellas, que esperaban este tiempecito como agua de mayo.
El Real del Hontoria parece cada día más Silicon Valley. Dice el Semasur, el servicio médico que ha sustituido a la Cruz Roja este año, que los atendidos por cocimiento -ingerir alcohol sin empapar- son pocos con respecto a las que se han cortado sus piececitos por llevar zapatitos descubiertos a juego con sus pecheras de a millón de pesetas; a tres mil euros del ala por mama.
Trascruzar la línea enemiga, está la calle del infierno. O más bien lo que que queda de ella.
Allí la Feria del Caballo es otra cosa. Está bien pasar un ratito, pero muchos de los padres y las madres a los que no veo desde hace tiempo -entre treinta y casi cuarenta-, se pasan las horas viendo cómo sus vástagos disfrutan mientras que ellos se gastan de tres en tres euros lo que vale subirse a un cacharrito.
La Feria sigue estando en fase adormilada, pero despierta cuando el sol está en lo más alto. Mientras que éste comienza a caer, el Real comienza a llenarse lo justito; de niñas monas, de planchaitos, de famoseo, de colegueo.
Cita ineludible por la mañana son las peñas flamencas, como la del Sordera, la Buena Gente o Tío José de Paula, y hay que aprovechar el aroma de las costillas adobadas que envuelve el palacio de congresos como un reclamo que si fuera el canto de las sirenas que llevo a Ulises a perderse un rato para llegar a Castilla y León, antes de visitar la de Cuba y darle curso a los mojitos.
Una subida a las cunitas y al galeón, es para ver el Real desde el punto más alto si no te montas en avioneta. Saber que puedes llegar a poner los pies en el suelo tras semejante arrojo, besar el suelo, es como reconocer que Ícaro se la pegó contra el suelo y tu no.
A pesar de que la «integración» en el Real no se ha podido comprobar con total fiabilidad, lo cierto es que las ambulancias han tomado el González Hontoria como un circuito de karts. Cada treinta minutos se cruzan por el paseo Principal o de las Palmeras, recogiendo a un desorientado con síntomas, que a un entradito en años al que las luces, el gentío y el alboroto le han producido tanta impresión que llega al hospital de puro milagro.
La Feria del Caballo entra en su ecuador. Y con la llegada del Miércoles se echa el cerrojazo a institutos. Que Dios nos proteja a todos.