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PROTESTA. Una religiosa inglesa se manifiesta en Cannes.
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Cannes crucifica a Da Vinci

Los críticos defenestran 'El código Da Vinci' en la apertura del festival francés por su pesada trama y la falta de química entre la pareja protagonista

BOQUERINI / CANNES
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Decepción absoluta. El código Da Vinci, la película que Cannes ha seleccionado para la apertura de su 59 edición, no ha gustado ni a críticos ni a público. Era algo que los responsables del certamen sabían que iba a ocurrir, pese a lo cual permitieron la mayor operación comercial cinematográfica de los últimos años. «Larga y pesada», «un tostón» o «una porquería» han sido algunos de los adjetivos de los críticos, que se rieron en los momentos de tensión y recibieron con un silencio sepulcral el final.

La interpretación «fría y acartonada» de Tom Hanks también merece el varapalo de los críticos. La cinta del oscarizado Ron Howard, director de Una mente maravillosa, sólo tiene sentido en Cannes como plataforma publicitaria tras toda la polémica levantada desde que se anunció que el best-seller de Dan Brown iba a ser llevado a la pantalla. El filme llega mañana a las salas españolas con 750 copias, una cifra récord en nuestro país.

La novela de Dan Brown plantea la teoría de que el verdadero Santo Grial buscado a lo largo de los siglos no es el cáliz de la última cena de Cristo, sino un secreto: Jesucristo tuvo hijos con María Magdalena y la descendencia llega hasta nuestros días. Una sociedad secreta, el Priorato de Sión, se encarga de proteger y ocultar el arcano, mientras que un obispo de la Iglesia católica encarga a un monje del Opus Dei el asesinato de quienes conocen la verdad.

La novela plantea dos líneas narrativas. Por un lado, la mera intriga policíaca, en la que un profesor universitario estadounidense, experto simbologista, consigue la colaboración de una criptógrafa de la policía francesa para investigar el asesinato de uno de los guardianes del secreto. La trama se precipita en un laberinto esotérico de cifras, símbolos y códigos secretos que el filme desdeña casi por completo. La película es un mal thriller en el que la pareja protagonista, perseguida por el fraile asesino y las policías de Francia y el Reino Unido, resuelve el enigma en apenas 24 horas. El trabajo de Howard ignora los aspectos menos cinematográficos del libro y aborda temeroso las referencias al Opus Dei salvo para recalcar que el monje se fustiga con un cilicio.

El único interés de la película estriba en una serie de breves flash backs utilizados para mostrar referencias bíblicas o episodios de la historia del cristianismo medieval. Mención aparte merecen los actores. Tom Hanks, ganador de dos Oscar por Philadelphia y Forrest Gump, no conseguirá el tercero por este trabajo. Su interpretación, plana y sin matices, se adapta a un personaje desdibujado en el que no encaja en ningún momento. Y carece de cualquier química con Audrey Tautou, la inolvidable Amelie. La pareja no funciona ni por la diferencia de estatura, mal resuelta por la cámara, ni por su falta de complicidad interpretativa.

Mejor está Ian McKellen, que hace honor a la escuela interpretativa británica en su papel de lisiado sir inglés que ayuda a la pareja a descifrar el Código. Jean Reno está sobrio y correcto, mientras que en Paul Bettany, que encarna al monje, todo es exageración.

Ron Howard hace que los decorados y localizaciones del filme funcionen como si fueran personajes. Algunas agencias de viajes organizan ya rutas turísticas por los lugares en los que se rodó El código Da Vinci en París, Londres y Escocia. Escaso bagaje para una cinta que pretendía algo más que recoger bellas imágenes del parisino Museo del Louvre y su famosa pirámide de acceso.

Una historia de ficción

El equipo del filme fue recibido en el escenario del Gran Auditorio Lumiére, sede de la gala de inauguración del festival, por el maestro de ceremonias, el actor galo Vincent Cassel. Antes tuvieron un encuentro con los medios de comunicación en una tumultuosa conferencia de prensa en la que todos afirmaron por activa y por pasiva que la película no es más que una historia de ficción.

Para Tom Hanks, «la película es una ficción emocional y puede ser un buen punto de partida para que cada espectador descubra o clarifique sus sentimientos sobre Dios. Si una persona vive en serio su fe, ésta no se puede ver amenazada por un libro o una película que es tan ficción como contar que un mono de 20 metros siembra el pánico en Manhattan».

Ron Howard recordó que todas sus películas son historias de ficción que buscan atrapar al espectador. «El código Da Vinci está dentro de estas premisas, es un divertimento, no un tratado de teología. En las librerías, la novela está en las estanterías de ficción, no en las de religión, pero si la película provoca conversaciones y debates ya me daré por satisfecho». Ian McKellen fue más directo al analizar las reacciones que ha suscitado el filme: «La Iglesia católica tiene ahora un gran problema con los homosexuales. Que además quiera hacer otro con la película es algo minúsculo».