La vida verde
Las estaciones del antiguo trazado ferroviario de la Sierra han sido reconvertidas en albergues-restaurantes de la Vía Verde, dirigidos al turismo rural
Actualizado:El principal acceso a la Vía Verde de la Sierra, situado en las proximidades de Puerto Serrano, concentra algunos de los elementos geográficos, arquitectónicos y medioambientales más destacados del paisaje de la comarca: la ribera del Guadalete, con sus verdes retamales, la campiña breve, el cortijo, los álamos y el olivar, todo pintado bajo una hilada sobresaliente de montes, picos, cerros y peñas, que prestan su marco privativo y excepcional a la vista.
En el primer recodo del camino, la antigua estación del tren, reconvertida en albergue y restaurante, guarda también todas las peculiaridades de la edificación rústica de principios de siglo: techo alzado, de teja, frisos de yeso coloreado y espléndidas cubiertas de madera. Más o menos como debió de haberla imaginado Primo de Rivera, quien planeó las obras allá por 1926, en una impresionante operación de marketing político destinada a impulsar un proyecto en ciernes que, según suponía el General, le proveería de las rentas de popularidad que el mundo rural gaditano le negaba obstinadamente. Pero comenzó la Guerra Civil, las infraestructuras fueron destruidas por los bombardeos nacionales, y el tren nunca llegó a funcionar.
Cuando en 1993 se planteó la posibilidad de recuperar el trazado del ferrocarril Jerez -Almargen a su paso por la Sierra, esta vez como Vía Verde (un innovador concepto de explotación ecoturística importado de Alemania y Holanda), las administraciones públicas y los defensores del patrimonio local coincidieron en que la rehabilitación de las estaciones debía de realizarse sobre los presupuestos de la integración total con el entorno y el respeto puntilloso al diseño original, pero también con el reto ineludible de prestarles a las instalaciones el máximo confort posible.
La estación de Puerto Serrano, al igual que las de Coripe y Olvera, exhibe con orgullo el resultado: una equilibrada mezcla de tipismo costumbrista y modernidad que satisface plenamente las expectativas de los más avezados senderistas, cicloturistas, o simples viajeros que se adentran en la Vía para disfrutar de sus múltiples bondades.
Actualmente, la Vía recibe un flujo constante de turistas, sobre todo en primavera y otoño, la mayoría de los cuales opta por hacer rutas de recorrido medio o largo, como la que une las estaciones de Puerto Serrano con Coripe y Olvera.
Servicios para la ruta
La Fundación Vía Verde, entidad supramunicipal que gestiona los recursos públicos de la Vía, pone a disposición del viajero un sistema gratuito de guías, además de la posibilidad de alquilar bicicletas o de practicar la equitación en un entorno natural privilegiado. En el trayecto de un albergue a otro se localizan antiguos molinos romanos, restos de fortalezas árabes, una enorme variedad de especies vegetales endógenas e incluso alguna colonia de aves única en Europa, como el Peñón de Zaframagón, hábitat del buitre leonado.
La estación de Olvera, a los pies de la ladera que sostiene el pueblo, ha sabido también guardar la singularidad de la arquitectura popular andaluza, con detalles de estilo que apuntan a las vanguardias modernistas de los años 20, cuando se delineó por primera vez su fachada. Desde los ventanales del salón comedor, con capacidad para 45 comensales, es posible contemplar la estampa portentosa del castillo de Pruna, a la vez que se degustan algunos de los prodigios gastronómicos de la comarca, como las delicias de solomillo ibérico con setas, sojas y ajetes, uno de los platos más demandados por los amigos del buen comer. Además, el ático ha sido objeto de una remodelación preciosista, que toma las vigas de madera pulida como base, y que ahora se utiliza como sala de reuniones, o simplemente como zona de descanso, para disfrutar del relajo de la tarde, sentados frente a la chimenea.
La Vía Verde, con sus estaciones-albergue tomadas como referentes de la iniciativa hostelera, se ha convertido en un revulsivo preciso para el turismo rural en la Sierra, que limitaba buena parte de su oferta a la cuña de poblaciones que determina las localidades de Grazalema, El Bosque y Benamahoma.
A su estela, cada vez son más las casas labriegas y los cortijos rehabilitados que se apuntan al floreciente negocio del turismo rural, aprovechando la riqueza de un medio natural diverso y complejo, en el que se confunden caprichosamente las zonas de campiña, ribera y dehesa mediterránea.