La llegada a Belgrado de los restos mortales del ex presidente yugoslavo Slobodan Milosevic se produjo ayer en un ambiente de total indiferencia. Solamente unos cuantos dirigentes del Partido Socialista fueron autorizados a organizar una pequeña comitiva que le puso al féretro una bandera serbia para que no pareciese un bulto cualquiera del cargamento del vuelo procedente de Amsterdam. Una furgoneta ordinaria, sin escoltas ni honores, lo trasladó a la morgue del hospital central de Belgrado, donde empieza el periplo habitual de todo entierro, aunque éste no podrá ser, en ningún caso, normal.