Más de 120 cadáveres, la inmensa mayoría de suníes, aparecieron ayer en distintos puntos de Irak dentro de una peligrosa escalada de la violencia sectaria detonada por el ataque perpetrado el miércoles contra el mausoleo del imán Alí al Hadi en Samarra, uno de los doce santuarios más sagrados para los chiíes de todo el mundo. Tras una noche de los cuchillos largos, el Gobierno de Bagdad se vio obligado a decretar el toque de queda en Bagdad y en la provincia de Salaheddin durante dos días, además de suspender los permisos de todos los policías y soldados ante la gran tensión que recorre todo el país. El toque de queda está establecido de las ocho de la tarde a seis de la mañana.