Sociedad

Los nuevos empresarios del espacio

Una generación de propietarios privados quieren aplicar las leyes del capitalismo al cielo

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Medio siglo después del lanzamiento del primer Sputnik, una nueva generación de empresarios privados quiere demostrar que las leyes del capitalismo también se pueden aplicar en el universo, reservado a los gobiernos por ser un negocio demasiado costoso y poco rentable.

La nueva generación comparte un mismo sueño: lograr más éxitos y, sobre todo, menos caros, que ese puñado de gigantescas compañías a las que Estados Unidos ha subcontratado, hasta ahora, sus ambiciones espaciales.

La estadounidense SpaceX quiere reducir a la décima parte el coste de los lanzamientos de satélites, mientras que su compatriota Blue Origin desarrolla en gran secreto un avión espacial.

Virgin Galactic quiere poner el llamado turismo espacial al alcance de todos... o, al menos, de aquellos afortunados que puedan pagar 200.000 dólares por su billete.

Por su parte, la británica Surrey Satellite Technology y la alemana OHB hasta ahora acantonadas en el mercado de los pequeños satélites tienen la ambición de crecer y convertirse en rivales de EADS Astrium y Alcatel Alenia Space, contando con la facilidad para obtener componentes electrónicos.

Obstáculos

Sin embargo, las iniciativas de los aspirantes a reyes del espacio corren el peligro de tropezar con grandes problemas, según Rachel Villain, vicepresidenta de la empresa de asesoría en tecnología espacial Euroconsult. «El espacio necesita capitales tan elevados que es difícil ver hasta dónde puede llegar la implicación del sector privado», estimó.

Sin embargo, no es capital precisamente lo que les falta a algunos nuevos proyectos. SpaceX, por ejemplo, es la creación del millonario sudafricano de 34 años Elon Musk, que ha amasado una fortuna revendiendo su empresa de pago electrónico PayPal al sitio de subastas en internet EBay.

Blue Origin, por su parte, tiene el apoyo de Jeff Bezos, el fundador de la librería virtual Amazon.com, mientras que el millonario británico Richard Branson, propietario de las tiendas Virgin y de la compañía aérea del mismo nombre, es el rostro visible de Virgin Galactic.

De esta forma, estos nuevos empresarios buscan una legitimidad en sectores desdeñados por los grandes del espacio , según Villain, que duda de la capacidad de esta generación para tener éxito en actividades tan costosas como las lanzaderas y los satélites de gran envergadura.

En este sentido, el ex astronauta francés Jean-Jacques Favier recordó, por su parte, que el líder mundial de lanzaderas, Arianespace, no obtiene beneficios y sólo logra que los colosales costes de desarrollo de sus productos no repercutan en sus clientes.

Los nuevos capitalistas del espacio, sin embargo, aseguran contar con una baza ganadora al combinar el recurso a tecnologías más que probadas -los motores de SpaceX funcionan, por ejemplo, con oxígeno-keroseno, como en la heroica época de los años 60 con componentes electrónicos-.

Se asiste «a una revolución gradual en la forma de abordar el espacio», señaló Sir Martin Sweeting, fundador de la constructora de satélites Surrey. Según este último, antes el sector contaba con el empuje de los militares, mientras que actualmente su motor son las nuevas tecnologías. Sweeting subrayó que entre 90 y 95% de los componentes electrónicos utilizados por su empresa «no fueron concebidos en un primer momento para un uso espacial».

«Ahí está toda la astucia», concluyó como explicación de la disminución de costes logrados por su empresa, clave del éxito de la misma. «Las lanzaderas son más estratégicas para los gobiernos y, por tanto, no hay mucha presión para disminuir los costes de lanzamiento», finalizó, recordando que sin embargo, «no hay ninguna razón para que este concepto no se pueda aplicar a los cohetes».