Tiene la dulce modestia de los que crecieron escuchando a los grandes y saben lo difícil que resulta ponerse a su altura. Pero en-tre sus palabras se cuela el talento del que tiene una voz privilegiada y quiere ofrecérsela al público para ver qué pasa. Hija de la democracia y de un Cádiz metido en la lucha por ponerse al día, ya no le tiene miedo a las mezclas. De hecho, ella, como tantos, es el bendito fruto del mestizaje. Creció en La Viña, pero vive hace mucho en Extramuros. Su padre es gitano, y su madre paya. Adora a los maestros antiguos, pero aprecia la riqueza de aliñar el cante con un piano de jazz o con un soniquete llegado de otro continente: «No me da miedo probar. Me gusta experimentar con cosas nuevas porque pueden surgir músicas preciosas».