Luis Ventoso

Verdad incómoda

¿Es aceptable encubrir un crimen por corrección política?

Luis Ventoso

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Rotherham , en Yorkshire, es una ciudad de 110.000 habitantes del hoy mustio Norte de Inglaterra. En 2014 se destapó que durante dieciséis años clanes de varones asiáticos, casi todos británicos de ancestros pakistaníes, habían abusado de 1.400 menores de edad, blancas de clase baja y pocas esperanzas. Primero las conquistaban con regalos; las niñas incluso llegaban a creer que eran sus novias. Luego comenzaban las violaciones y los abusos sistemáticos. Media docena de chicas y algunas asistentes sociales que se atrevieron a denunciar fueron ignoradas con displicencia. La policía y el gobierno municipal (laborista) enterraron los crímenes bajo la alfombra en nombre de la corrección política. Temían ser acusados de racistas e «islamófobos». Una investigación de «The Times» y el valor de dos funcionarias de los servicios sociales -sancionadas por avisar- acabaron llevando a los tribunales el escándalo, recreado este año en una ejemplar serie de ficción de la BBC, «Three girls». No fue solo Rotherham. Idéntico patrón de violaciones se ha repetido en Rochdale, Oxford y ahora en Newcastle, donde acaban de ser condenados 17 hombres asiáticos, 14 de ellos británicos pakistaníes.

Sarah Champion , psicóloga, una divorciada de 48 años diputada por Rotherham desde 2012, tenía la mejor consideración en el Partido Laborista, por su cabeza bien estructurada y porque compartía el izquierdismo social de Corbyn. Hasta el mes pasado era la responsable de Mujer e Igualdad en la Ejecutiva. Ahora Corbyn acaba de forzar su renuncia. ¿El error? Sarah peleó en su día por defender a las niñas de Rotherham y al ver un nuevo caso en Newcastle se encorajinó y quiso alertar de que el problema continúa. Así que escribió un artículo cuyo título enuncia una verdad: «Pakistaníes británicos están violando a niñas blancas y debemos encararlo». Buscando máxima audiencia lo envió al diario británico de más tirada, el tabloide de derechas «The Sun». En unas horas, otro diputado laborista de su zona, de ancestros asiáticos, la tachó de «racista» y la acusó de «demonizar a todos los hombres pakistaníes». Corbyn concluyó que Sarah había incitado a la islamofobia y había «estigmatizado a comunidades enteras». Ella se defiende: «No es opinión. Son hechos contrastados. Existe un modelo consistente de reclutamiento, manipulación y explotación de las niñas y la inmensa mayoría son hombres británicos paquistaníes». Explica que prefiere sufrir que la llamen racista, que no lo es, a callarse mientras violan a menores. Desde la moqueta de Westminster, los apparatchiks de su partido la vituperan, porque lo obligado es hacer el avestruz, aventar pétalos y pachuli y loar las presuntas maravillas del multiculturalismo. Curiosamente, asistentes sociales, policías, sanitarios y las propias niñas -los que sufren el problema- la aplauden.

En Barcelona hay quien denomina «esos niños» a los asesinos yihadistas. La corrección política también lleva a soslayar el detonante del atentado (una interpretación extremista de una religión concreta). Sumar dos y dos no es progresista. Decir la verdad es una excentricidad merecedora de oprobio. En Europa. Cuna de Las Luces.

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