Luis Ventoso

La banalidad de la sonrisa

Acabarán contigo, pero siempre con su soniquete mansurrón

Luis Ventoso

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La brillante filosofa judía alemana Hannah Arendt acuñó el concepto de la « banalidad del mal ». Parafraseándola podría decirse que en la España de hoy impera la « banalidad de la sonrisa ». Hace unas semanas, Susana Díaz y Sánchez , cuya simpatía mutua es similar a la que comparten Hillary Clinton y Trump , o Batman y el Joker , se vieron forzados a saludarse en público en un concurrido acto del PSOE . Díaz acogió a su detestado Sánchez con una sonrisa que le desbordaba la faz. No cabía dicha mayor. Quién contemplase la imagen sin conocer la intrahistoria de odio entre ambos pensaría que Susana estaba tronchándose de júbilo con un queridísimo amigo. Obviamente era una sonrisa de cartón piedra , de valor cero en el mercado de la verdad.

Aristóteles decía –o dicen que decía– que el ser humano es el único animal que sonríe, algo que algunos científicos ponen ahora en cuestión. La sonrisa engrasa las relaciones personales, opera como un pegamento social que nos aproxima. Pero en España, sobre todo en política, se ha inventado la faca-sonrisa : te la clavaré hasta el duodeno, pero siempre con los más modales más joviales. Maestros en tan cínico protocolo son los dirigentes de la sedición separatista (que sigue avanzando viento en popa ante perspicaz pachorra de nuestras eminencias monclovitas, que estiman que anunciar que vas a cometer un delito gravísimo para destruir el Estado no es más que lírica no punible).

El día de la manifestación de Barcelona , el excelente cantante Lluis Llach , de 69 años, hoy diputado secesionista, se encontraba en Ripoll y no en Barcelona. Una de las televisiones consagradas a la demolición de España lo entrevistó en directo y le preguntó por qué estaba en Ripoll. Sin perder por un instante su sonrisa amical y con la voz suave de un buda iluminado, Llach i Grande –horror: ¡hay ancestros extremeños!– explicó que era de extrema urgencia abrazar a la comunidad musulmana , estrechar afectos con ella, hacer que se sintiese bien, a gusto e integrada en un momento de dolor y zozobra. En el plató central, los tertulianos madrileños al rojo vivo asentían admirados ante las beatíficas palabras de Llach i Grande. Lo notable es que su bonhomía para con los musulmanes –que está muy bien– coincide con su inquina xenófoba contra los españoles, sus compatriotas, socios y familiares desde hace más de cinco siglos, que además siempre admiraron y apoyaron su obra, hasta el punto de adoptar una de sus canciones en catalán como himno por la libertad en toda España.

Están deshaciendo nuestro país, desmontándolo piedra a piedra cada día. Pero son tan amables … En primavera, bajo las fragancias amables de las primeras flores, nuestra vicepresidenta todavía le regalaba libros y sonrisas a Junqueras, el caudillo del golpe. Millones de españoles flipan y no entienden nada. Por ahora callan. Pero empiezan a estar hasta la zanfoña ante la sagaz estrategia de tolerar la sonriente sedición.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación