José María Carrascal - Postales

¿Quo vadis PP?

Una idea poco santa viene rondando por mi cabeza: no hay que fiarse de la «sabiduría popular»

NADA ilustra mejor el desconcierto, confusión, ira (incluso contra sus propios dirigentes) en el Partido Popular que los resultados de la primera vuelta de sus primarias. Los militantes no acaban de entender por qué de golpe y porrazo han perdido el poder, por qué Rajoy se marchó sin despedirse y su previsto heredero rehusó ocupar su puesto. Se entiende que el registrador de la propiedad de Santa Pola estuviera harto de traiciones y granujadas. Pero debió al menos organizar la sucesión. Quienes lo han pagado son sus colaboradoras más íntimas: una ha sido apeada de la carrera en el primer asalto y la otra se ha librado por los pelos. El beneficiado ha sido Pablo Casado, que desde el primer día se mostró crítico con la gestión de la directiva, sin importarle pertenecer a ella, pero joven, rompedor, está dispuesto a dar leñazos, que es lo que piden hoy los españoles, y se prepara para seguir dándolos. Mientras lo normal en estos casos es cerrar filas, él piensa «ir hasta el final», es decir, a batirse con la ex vicepresidenta en la segunda vuelta, y hace gestos a los compromisarios de los demás para que se le unan y proclamarse vencedor definitivo. No es la mejor forma de unir el partido ni de ganar las próximas elecciones, sobre todo si se piensa que se están reuniendo papeles sobre su dichoso máster, con una jueza investigándolo. No le importa, ha visto su oportunidad, como la vio Sánchez, y no quiere desaprovecharla. Además, ¿quién diablos sabe cuándo se convocarán esas elecciones?

Lo que significa que la primera vuelta de las primarias del PP no ha resuelto su dilema, aunque peor hubiera sido que ganase uno de los descartados, como ha ocurrido en otras partes, y la tendríamos armada. Todavía puede armarse si cuaja esa «coalición de perdedores». Todo va a depender de Cospedal. No creo que se una al pacto. Su carácter retraído y actitud distante le pasó factura, como a Rajoy, en un momento como el actual de excitación y predominio del sentir sobre el pensar. La aún secretaria general del PP es joven, pero circunspecta, y no la veo en conspiraciones palaciegas o golpes de mano, aparte de saber que rompería el partido, al que se siente muy ligada. Aunque hoy todo es posible, y una idea poco santa viene rondando por mi cabeza: no hay que fiarse de la «sabiduría popular».

La democracia exige que el voto ciudadano sancione las grandes decisiones, pero fiarse sólo de él puede llevar a errores garrafales, al moverse la multitud por la emoción más que por la razón. ¿Votarán los compromisarios del PP como han votado los militantes, por los prejuicios más que por los juicios? De lo que decidan en la segunda vuelta de sus primarias y de cómo el ganador o ganadora oriente su política dependerá que sobreviva como lo que ha venido siendo, la referencia del centro derecha español, o se diluya como otros centro-derechas se han diluido en Europa últimamente, Ojo, pues.

¿Quo vadis PP?

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