Mayte Alcaraz

El puente

Es verdad que las irregularidades de la Administración del PP no daban tregua, pero su insistencia televisiva me creó una duda: ¿será que Oltra quiere quitarnos el puesto a los periodistas?

Mayte Alcaraz

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Conocí a Mónica Oltra en un plató. Era difícil no toparse con ella en un debate o entrevista en las cadenas que oreaban el discurso antisistema. Cuando tomó confianza con el medio empezó a ser fija del pinganillo: es decir, no había tema –de Valencia a Singapur– que no mereciera la valoración de la política de Compromís . Las elecciones autonómicas y municipales de 2015 se acercaban y Oltra era piñón fijo como reclamo populista. Desde las Cortes Valencianas, sus proximidades o la plaza del Ayuntamiento, la hoy vicepresidenta autonómica entraba en dúplex para despotricar de Rita Barberá , Francisco Camps o Alberto Fabra . Es verdad que las irregularidades de la Administración del PP no daban tregua, pero su insistencia televisiva me creó una duda: ¿ será que Oltra quiere quitarnos el puesto a los periodistas ? Fue que no: de tanto hurgar en la angustia de la España de la crisis consiguió el poder político, que era el que perseguía.

Hace unas horas recordé su maratón televisivo cuando la escuché criticar en una radio a la portavoz del PP, Isabel Bonig , por –agárrense– convertir las Cortes Valencianas en un plató de televisión. Lamenté que su entrevistador no tuviera a mano el ranking de horas mediáticas que Oltra protagonizó a mayor gloria de su ego político. Confieso que la entrevista acabó por desquiciarme cuando se le requirió por el ejército de asesores que ha nombrado el Gobierno socio-populista de la Comunidad Valenciana y dijo que «aunque tengamos más asesores que el PP, eso no es lo importante; lo importante es qué hacen ». La desmemoria de estos radicales metidos a gobernantes es estupefaciente. Si había un argumento recurrente durante los años de estajanovismo para defenestrar al PP, fue emponzoñarlo con la crítica a una superestructura de enchufados nombrados para llenarse los bolsillos. Ahora los de Compromís y el PSOE son igual de enchufados, pero consumen energías renovables, que son más guays. Ya lo de los nombramientos a dedo no tiene importancia; siempre que el dedo sea el propio.

La mezquindad de las palabras de Oltra alcanzó su máxima expresión cuando se refirió a Rita Barberá . Partió de una premisa que era falsa y que algunos de los que la conocimos en el ejercicio de nuestra profesión podemos atestiguar. Dijo la vicepresidenta que la exalcaldesa caminaba por Valencia con una corte de personas que impedía que la gente se acercara a ella. Puede que la dirigente fallecida tuviera muchos defectos, y su gestión puntos oscuros, pero su alejamiento de la gente no era uno de ellos. Y las que son para olvidar son sus palabras sobre, según ella, la falta de empatía de Barberá con la gente que sufre y un truculento episodio que relató sobre los enterramientos por la ley de Memoria Histórica .

Conocido su discurso, ahora entiendo por qué muchos han considerado a Mónica Oltra como el puente que unía a dos grandes líderes, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias . Y entiendo mejor que España no cruzara ese puente.

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