Políticos adolescentes
El asalto de Ceuta refleja en crudo que la política-marketing no se ocupa de la realidad
La llamada Nueva Política nació alardeando de aire virginal, piel tersa y un sobrado aire de superioridad. Sus banderas eran la pureza absoluta (incompatible con la naturaleza humana) y presumir de juventud (valor que caduca rápido, pues no ha nacido todavía ser vivo que se libre de cumplir años). El tercer rasgo distintivo de aquella efebocracia, que nos iba a redimir a todos y nos iba a convertir en Dinamarca en un volao, era el gusto por los gestos propagandísticos y por los eslóganes quedones. Pero hoy, cuando ya llevamos cuatro años con la Nueva Política a cuestas, su balance es pírrico: solo ha servido para desestabilizar la vida pública y sus paladines se han retratado como políticos tardo adolescentes, que se obcecan en fruslerías mientras descuidan los problemas reales que afectan a las personas.
Franco, que lleva 42 años muerto y olvidado, no es un problema. La educación concertada, demandada por casi dos millones de familias y con buenos resultados académicos, no es un problema. Establecer la barra libre para la eutanasia y crear una asignatura nueva para que los niños nos salgan progresistas no era una prioridad de España; ni asaltar RTVE para hacerla vasalla de PSOE y Podemos. Tampoco había urgencia alguna en feminizar el vocabulario de la Constitución, dar más prebendas a los nacionalistas o castigar a las clases medias y a la banca con más impuestos. Por el contrario, sí existen problemas de primer orden, como defender la unidad nacional frente a un golpe separatista que sigue larvado, intentar atraer capital exterior, proteger a España de ataques terroristas, o trabajar con método y tenacidad para que nuestras fronteras no sean porosas y para evitar que España se convierta en la meca de una inmigración fuera de control. Pero Sánchez, epítome junto a Iglesias de la política adolescente, no se ocupa de esas cuestiones medulares. Propenso a mirarse al espejo, piensa que gobernar es hacerse fotitos de Instagram en el Falcon e idear gestos para la galería, cuyos efectos secundarios no mide.
Sánchez disfrutaba pintando a su predecesor como un señorón regresivo y despiadado, que había sembrado de concertinas las vallas de Ceuta y Melilla (por cierto, instaladas por Zapatero en octubre de 2005). Ante el problema de los inmigrantes, le chiflaba desmarcarse del marianismo con grandes gestos: sanidad universal para todos los que lleguen y recepción a bombo y plantillo de los barcos que rechaza Italia, acciones que eran un logo publicitario para las mafias crueles que trafican con seres humanos en el norte de África. Ayer la situación se desmandó en Ceuta, con un asalto violento. En la costa andaluza ya no saben cómo afrontar el aluvión de náufragos, que desborda las asistencias. Pero en la política adolescente, la realidad y la previsión no existen. Mientras sufrimos una gravísima crisis migratoria, nuestro presidente provisional y narcisista disfrutaba ayer de un día feliz: fotito en La Moncloa con Macron.
Por favor, madurez y que venga otro. Si es que el inquilino eventual nos permite algún día votar…
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