Mayte Alcaraz

Era para hoy

El PP ha optado por emplear 144 horas en estudiar media docena de medidas que estaban más que masticadas

Mayte Alcaraz

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Si hay un argumento imbatible que ha paseado Mariano Rajoy por cuantas comparecencias ha protagonizado desde el 26-J es el de la imperiosa necesidad, por razones de Estado, de desbloquear cuanto antes la legislatura. Sin ir más lejos ayer repitió en varias ocasiones, tras su encuentro con Rivera, dos conceptos que martillean en esa idea: es importante «un Gobierno ya» y hay que imprimir la «mayor celeridad» a las negociaciones. Nada que objetar al desiderátum si no fuera porque el presidente en funciones se persuadía horas después de esa dinámica disparatada de la política actual según la cual la virtualidad de las decisiones es directamente proporcional al tiempo que se emplea (o pierde) en tomarlas. Algo parecido a lo que hacíamos en la facultad cuando el profesor te preguntaba por un tema que no te habías empollado: cuanto más tiempo te tomabas en contestar y más rollo soltabas, más camuflabas que no tenías ni pajolera idea del examen. Ganar tiempo lo llaman ahora.

Como el presidente en funciones no iba a ser una excepción, el PP ha optado por emplear 144 horas (el tiempo que transcurrirá hasta que se reúna el Comité Ejecutivo Nacional, que podría haberse convocado hoy o mañana) en estudiar media docena de medidas que estaban más que masticadas por los equipos jurídicos de La Moncloa. Porque nadie puede creerse que esas condiciones aterrizaron por primera vez en la mesa de Rajoy al tiempo que las desgranaba Rivera el martes. Es evidente que el desarrollo legal que precisarán algunas de esas decisiones de regeneración democrática (incluida la reforma de la Constitución y de los estatutos de autonomía para eliminar los aforamientos) obra ya en poder del Gobierno. Lo mismo ocurre con la supresión de los indultos a políticos (que de facto ya se hacía) o la ineludible reforma electoral para desbloquear las listas cerradas junto a la limitación de mandatos, asunto del que el derecho comparado europeo destila jurisprudencia. Aunque el apartamiento de cargos imputados merece una matización mayor, ya que en el acuerdo de Rivera con Sánchez se consignó el momento procesal de la apertura de vista oral para la expulsión del cargo público y no la investigación, nada justifica la dilación. Ni siquiera la digestión del sapo de la comisión de investigación que Ciudadanos exige para levantar alfombras, puesto que con la mayoría de izquierdas en la Cámara esa causa general se abrirá, quiera o no Rajoy.

Ni siquiera es considerable como razón seria la esgrimida ayer por algún cargo popular respecto a que hace falta tiempo para la explicación interna a los miembros de la Ejecutiva. Incluso el responsable de Génova que ayer lo sostenía sabe bien que, como ocurre en el Comité Federal de Pedro Sánchez, una cosa es lo que se dice en los pasillos o en los medios con la boca pequeña y otra muy distinta sostenerlo con el voto cuando el jefe toca a rebato.

Rajoy no iba a ser menos: Albert Rivera se tomó 1.032 horas (las que han transcurrido desde las elecciones de junio hasta ayer) en convencer a su Ejecutiva de que había que cambiar la abstención técnica por un constructivo apoyo explícito a la investidura, por no hablar del bloqueo de Pedro Sánchez que dura ya desde el 20 de diciembre, es decir, 5.592 horas jalonadas por 17 noes, nueve Comités Federales y varias escapadas a las gozosas aguas de Almería sin convertirse en alternativa... de un Gobierno que impide que se forme.

Por supuesto que quien espera 233 días y 500 noches aguarda una semana más. Pero ni al PSOE se le presiona más por ralentizar el reloj ni los españoles están ya para posturitas.

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