David Gistau

Mundo «pussy»

CR7, a base de jugar al fútbol, ha conseguido convertirse en un personaje contra el cual hay que hablar pestes

David Gistau

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hace años, en cualquier entrevista que se hiciera a personajes diversos, fue impuesta una "cláusula Bush" por la cual siempre había una pregunta concebida para que el entrevistado pudiera despacharse contra el presidente americano. Daba igual que se tratara de un guitarrista flamenco, de un actor del festival de Mérida o de un practicante de la arquitectura sostenible: todos se sometían a los treinta segundos preceptivos por entrevista de meterse con Bush.

Aparte de Trump, que ya tiene su cláusula, este automatismo empezó a repetirse, para mi estupor, con Cristiano Ronaldo. También CR7, a base de jugar al fútbol, es decir, sin bombardear a nadie –salvo a pelotazos–, ha conseguido convertirse en un personaje contra el cual hay que hablar pestes para que le sellen a uno la cartilla de progresista fetén. Es un fenónemo que trasciende lo deportivo, que irrumpe en lo cultural, en el "gauchismo" divino acostumbrado a ungir santos laicos, donde el pobre CR7 se descubre convertido en un arquetipo negativo de la galería de los malvados oficiales con los que sufre soponcios la progresía. ¿Por qué ocurre esto? Digo, aparte de por pertenecer al Real Madrid.

Cristiano es portador de dos virtudes que en nuestra sociedad española, más "pussy" de lo que pueda imaginar Clint Eastwood, están cargadas de connotaciones negativas: la ambición y la confianza en la propia fuerza individual. Más allá de que no conozca mejor motor para el humano que la ambición, sin la cual nada admirable sería posible, a mí sólo puede gustarme Cristiano porque su forma de ser es la característica de los deportistas que más admiro: los boxeadores. Por más ambicioso, arrogante y palabrón que llegue a ser, Cristiano jamás superará el nivel de modesto aprendiz de Mohamed Alí, cuya ambición fue tal que Norman Mailer la comparó con la fuerza por la cual el hombre logró caminar en la Luna.

Cristiano ofende a nuestra pacata "inteligencia" oficial porque su éxito está basado en la refutación del valor vertebral de nuestra sociedad socialdemócrata: el igualitarismo, el colectivismo, las individualidades frustradas. Sin salir de lo deportivo, fíjense en cuál era la característica más elogiada de nuestra Selección de fútbol campeona: que carecía de líderes y de estrellas, que todo estaba dispersado en un concepto colectivo que hacía a los futbolistas iguales. Nada que ver con el instinto providencialista de aquella Argentina que se conformó alrededor de Maradona. Se me dirá que Messi podría ser igual de molesto que CR para este ramplón igualitarismo social. Pero no es lo mismo. Para empezar, porque no juega en el Real Madrid, ese pecado original no lo tiene. Y, sobre todo, porque carece de personaje fuera de la cancha: no se percibe rastro alguno de una ambición volcánica ni de una rabiosa voluntad de ser comparables a las que tuvo Mohamed Alí, odiadísimo en su tiempo, por cierto, hasta el punto de encabezar la lista de celebridades americanas que deberían haber muerto asesinadas.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación