Ignacio Camacho
Mensaje a Europa
Junqueras se cachondeó de la solvencia del Estado español, única institución que aún le fía para salvarlo de la quiebra
Europa está advertida. Lo ha dicho Puigdemont en el corazón de Bruselas: no es demócrata el que no apoye su referéndum para la independencia. Ya lo saben Merkel, Hollande, Valls, Renzi, Schulz, Juncker y demás patulea socioliberal, a los que un señor de Gerona va a examinar para expedirles el carné de homologación democrática . La consulta se va a hacer sí o sí, y sí o sí las naciones de la UE están obligadas a aceptarla. Entre el no-es-no y el sí-o-sí estamos acuñando en España una noción muy peculiar de la democracia.
Para enviar su mensaje al continente, la Generalitat se gastó 127.000 euros entre anuncios de prensa y la charleta bruselesa , a la que asistieron una veintena de eurodiputados, cuatrocientos acarreados de confianza, entre estudiantes, funcionarios y amiguetes, un señor húngaro y una líder independendista flamenca. Flamenca de Flandes. Hablaron el citado Puigdemont, su vicepresidente Oriol Junqueras y el «ministro de Exteriores» Raúl Romeva, la santísima trinidad de la secesión catalana; brillante tripleta. El muy cosmopolita president se expresó en tres idiomas, ninguno de ellos el castellano, lengua de pobres que ha dejado de estar de moda hasta en la Casa Blanca. Junqueras, el hombre de las finanzas, de profesión historiador de la Iglesia, se cachondeó de la solvencia del Estado español, única institución que aún le fía para evitarle la quiebra. Sacó el prócer un papelillo muy sobado sobre las bancarrotas españolas –trece desde Felipe II, la última hace ochenta años– para demostrar que a Cataluña no le conviene una compañía tan poco fiable que le sigue sosteniendo la deuda . Este es el tipo de cosas al que Montoro, siempre tan celoso de sus cuentas, debería responder de alguna manera, tal vez con un leve retrasillo administrativo en las liquidaciones del FLA, a ver qué pasaba con la factura de la luz y las nóminas. Más o menos lo que Rajoy llamó despectivamente «tratar como se merece». Pero España, odiosa madrastra, sí cumple sus obligaciones, aunque salga de los lances cornuda y apaleada.
De modo que con el dinero avalado por el Estado opresor, los representantes del pueblo cautivo le exigieron a la UE que respalde su inminente emancipación y además los admita de inmediato como nuevos socios comunitarios. Como no había ningún jerarca de relieve escuchándolos prometieron volver con cita pedida y dejaron allí, entre las paredes del Europarlamento , su requisitoria democrática. Derecho de autodeterminación por sus santos bemoles, y fascista el que se atreva a llevarles la contraria.
Ya lo saben en Europa. El proceso histórico es imparable : en el noreste de la Península Ibérica hay una pequeña nación levantada que se va a independizar sí-o-sí de la España pobretona, triste y autoritaria. Esto dijeron los evangelistas y a continuación, como en el soneto del «catalán» Sirvent, léase Cervantes, fuéronse y no hubo nada.
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