Los huesos de Hermenegilda
Ronda lo patológico vengarse con muertos del siglo XIX
En 1752 comenzaron a operar en Ferrol lo que algunos consideran los primeros astilleros del mundo, mudando así la matriz pescadora de la población para hacerla fabril, guerrera e importante. Con su estratégica ría de boca estrecha, se convirtió en la ciudad de la Marina y la industria naval. Luego llegó un cierto declive, pero a mediados del XIX un ingenioso ministro de Marina, el marqués de Molins, erudito, diplomático y político, devolvió su empuje a Ferrol con los edificios del Arsenal, nuevos varaderos, una fábrica de máquinas de vapor, faros, diques... En aquel puerto resucitado y dinámico nació en 1830 Francisco Franco Vietti, hijo, nieto y biznieto de marinos. Ese fue también su sino y de adulto se convirtió en intendente de la Armada. Cuentan los anales que fue un hombre estudioso, autor de algunos libros de texto, y muy pío, de rosario doméstico y comunión constante. Se casó con una mujer diez años mayor que él, Hermenegilda Salgado Araujo, también de vieja familia ferrolana de raigambre militar. Eran tiempos en que no había ni tele, ni radio, ni píldora, así que acorde al pasatiempo de la época tuvieron siete hijos.
Francisco se murió en 1887 y su mujer al año siguiente, y recibieron cristiana sepultura. Lo normal. Su primogénito, Nicolás (1856-1942), fue un contador de navío de carácter bronco y libertario, que maltrataba a su prole, le daba a la frasca y en notorias evasiones en catre ajeno toreaba a su religiosa y conservadora mujer, María del Pilar Bahamonde. Aunque el carácter imposible de Nicolás hizo que sus vidas al final se distanciasen, el matrimonio tuvo cuatro hijos: Nicolás, Paquito, Pilar, Ramón y Pacita, que se murió con solo cuatro años, en 1903. Todas esas vidas estarían hoy perfectamente olvidadas, serían pasos sin huella en la larga senda de laboriosa burguesía militar ferrolana, de no ser porque Paquito -un niño flaco, bajito, reservado y de vocecita atiplada, que adoraba a su madre y detestaba a su padre dipsomaníaco- acabaría convirtiéndose en el general Franco, el autócrata que gobernó España durante cuatro décadas. Los huesos y cenizas de los dos abuelos paternos de Franco reposan en un panteón familiar en el cementerio de Ferrol, junto a los de su hermana Paz y una tía. Nadie se acordaba de ellos, ni para bien ni para mal.
Jorge Suárez, de 42 años, miembro de IU y auxiliar de Justicia, es probablemente el peor alcalde de Galicia, lo cual tiene su mérito, dadas las eminencias nacionalistas que hoy gobiernan La Coruña y Santiago. Se presentó bajo la etiqueta populista Marea, gobierna tras perder las elecciones (seis concejales contra once del PP) y ha batido récords de incompetencia. Pero Suárez acaba de encontrar el sentido de su mandato. Se ha puesto bizarro en un pleno y amenaza con desenterrar los huesos de los abuelos de Franco, su tía y su hermana Paz y arrojarlos a la fosa común. Un valiente, que ejerce la Memoria Histórica zapateril contra personas anónimas muertas en el siglo XIX; que trata de tapar con cenizas mortuorias el hecho irrefutable de que la alcaldía le queda floja. Suárez, en resumen, ha hecho un Sánchez.
Franco, comodín siempre al rescate de una izquierda sin ideas.
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