En julio, milagro
Tras cien años sin rascar bola, el ciclismo británico vuelve a ganar el Tour
A veces la suerte deportiva se alía con un país. Sin tradición alguna, surge una generación de campeonísimos que arrasa en una disciplina donde esa nación no rascaba pelota. ¿Se imaginan que de repente los dominicanos comenzasen a dominar los Juegos de Invierno, que el nuevo Alberto Tomba fuese un esquiador caribeño? Menos risitas sardónicas, que puede pasar. En los primeros cien años del Tour no apareció un ciclista británico capaz de aspirar a la victoria. Unos genios del críquet, pero la bici no era lo suyo. Mas hete aquí que tras la fundación del equipo Sky, en 2010, los corredores del Reino Unido pasan a convertirse en los dominadores absolutos del Tour. En 2012 se impuso Wiggins, y luego arrancó el imperio Froome, con victoria en 2013-15-16 y 17 (y no ganó en 2014 porque se lesionó).
En diciembre de 2017 resulta que Froome da positivo por salbutanol tras un control antidopaje en la Vuelta. Por algo así, a Contador lo sancionaron con dos años en la cuneta. Con Froome se consideró que la sustancia se había utilizado para un uso terapéutico legítimo. Pelillos a la mar y luz verde para el Tour. Pero tras tanta polémica injusta el hombre andaba alicaído, parecía difícil que ganase la ronda gala también este año. «No problem». Por un feliz golpe de azar, va y resulta que de la prodigiosa cantera del Sky brota repentinamente un nuevo campeonísimo, un tío llamado Geraint Thomas, que a los 32 tacos se revela como una fiera imbatible. La nueva perla había sido un buen corredor de pista, con dos oros olímpicos en persecución por equipos. Sin embargo, la carretera le resultaba demasiado empinada como para aspirar al podio. En su primer Tour, en 2007, quedó penúltimo, y en los dos mejores, en el puesto quince. Hace cinco años acabó en el 140. Geraint Thomas es galés. Nunca ha sido tierra de escaladores, lo cual tiene su lógica: el monte más alto del hermoso Gales es el Snowdon, con 1.085 metros, una tachuela para lo que maman los trepadores de otros países. Pero en el crepúsculo de su carrera, Thomas ha descubierto que si se pone sube mejor que las águilas colombianas y los especialistas españoles e italianos. Ha controlado el Tour al completo y, una vez más, ¡milagro en julio!: un británico de amarillo en París.
El Sky se fundó bajo el lema «tolerancia cero frente al dopaje». Estamos convencidos de que así ha sido, aunque algunos maledicientes quieran enredar. Por ejemplo, el Parlamento británico ha concluido en un informe que sir Wiggins ganó su Tour de 2012 de manera ilegítima, abusando de los permisos médicos para ingerir sustancias que mejoraban su rendimiento. Luego llegó la causalidad del positivo de Froome en la Vuelta, pero nada significa. Probablemente el fármaco dopante se lo endilgó a traición algún envidioso en una tapa de albóndigas. La desconfianza está matando al ciclismo, por eso rompemos una lanza por la limpieza de Geraint Thomas, que sin duda ha ganado su Tour a base de esfuerzo, perseverancia y fish&chips. Porque a diferencia del pelotón meridional, los campeones británicos están limpios como una patena y miccionan agua de colonia.