Mayte Alcaraz

Encuentro en el cielo

Un avión, Pablo Iglesias y la "gente" a la que ofende

Mayte Alcaraz

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Turno a bien Herrera invitar a sus dominios de Sanlúcar de Barrameda al equipo de su programa de la Cope para celebrar un simbólico fin de temporada. Estos encuentros suelen ayudar a confraternizar con compañeros a los que solo ves habitualmente entre dos auriculares y, en ocasiones, dirigiéndose a la pecera donde están los técnicos con muecas encriptadas, difíciles de entender para los que crecimos con las manos manchadas de tinta. En comandita, el grueso de la expedición tomamos un avión vespertino desde Madrid con destino a Jerez, pórtico de un programa entre bodega y puesta de sol frente a Doñana. Estábamos instalándonos en la aeronave cuando apareció –quizá decidido a asaltar los cielos, al fin– Pablo Iglesias , acompañado de un séquito de tres personas.

Estoy segura de que cuando Iglesias reconoció a algunos de los representantes del tertulianismo nacional no adeptos al pensamiento populista, dedujo lo mismo que algunos de los viajeros sobre él: la lista del pasaje de Iberia a veces la carga Dios y otras, el diablo (laico, claro). Sospecho que se inclinó por la segunda hipótesis. Más allá de la sorpresa de tener a tan ilustre vecino de asiento, hubo un detalle que me impactó sobre los demás: la educada hostilidad con que se le recibió . No empezó bien la convivencia aérea cuando la colaboradora que le acompañaba se dirigió a dos personas que ocupaban por error su asiento y el del líder de Podemos con cajas no demasiado templadas.

A partir de ahí, se extendió una sensación de rechazo de numerosos viajeros hacia Iglesias y los suyos. No hubo ningún reproche directo que perturbara ni la buena educación ni el jugueteo del jefe de Podemos con su smartphone, del que no despegó los ojos, pero sí un runrún a media voz contra el inesperado vecino de cabina. Obviaré detallar la relajada postura de sus piernas, casi marcando las dos menos diez, que obstaculizaban la posición de su acompañante e invitaba a recordarle aquello de predicar y dar trigo. Pero más importante era testar la contestación de algunos ciudadanos a los que Iglesias lleva muchas lunas ofendiendo, so pretexto de no hallarse en su sectaria categoría de "nosotros" y sí en la de "ellos", es decir, los que no son de Podemos, aunque tengan más pedigrí obrero que el que ha conocido Iglesias en toda su vida.

Desde hace años se ha esmerado por excluir del concepto de "gente" a sus no votantes. Es decir, a 19.018.868 españoles , a los que ha negado el gracioso título y tildado de cómplices de la casta por elegir al PP , al PSOE o a Ciudadanos . Sé que su pretendida superioridad moral le permitió mantenerse ajeno al espeso clima que le rodeaba. Pero resulta que la "gente" que en ese avión se había comprado el billetito de su bolsillo, sin las subvenciones que reciben los partidos (el suyo, por ejemplo), no estaba demasiado contenta con tener que compartir espacio con quien les insulta en desayuno, comida y cena. Y eso que todavía no sabían lo de la villanía con Miguel Ángel Blanco . Pero él, al smartphone de última generación, que es muy de la "gente".

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