José María Carrascal

Efebocracia

José María Carrascal

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El principal rasgo de la adolescencia es confundir deseos con realidades. De ahí que sea la etapa más amarga de la vida y la más propensa al suicidio. Tres adolescentes talluditos han venido ocupando la escena política española durante los últimos tiempos, con regocijo del gran público, harto de los mayores que la ocupaban. No contento con haberse estrellado contra la realidad, el trío pretende seguir protagonizándola indefinida e irresponsablemente. Pues otra característica de la adolescencia es no admitir errores, y ahí tienen a los tres echándose la culpa de que aún no tengamos gobierno.

Si quieren un pacto a tres, tendrá que ser dirigido por quien obtuvo más votos el 20-D

No voy a entrar en el debate, por considerarlo irrelevante y por creer que la culpa está repartida. Iglesias, por su prepotencia que le llevó a «asaltar el cielo», despreciando a los otros dos y, al darse el tortazo, delegar la responsabilidad en sus seguidores, en vez de asumirla, como haría un auténtico gobernante. Rivera, al creerse árbitro del cotarro, cuando superaba sus fuerzas y sus votos, equivocándose, además, en elegir pareja, lo que terminó dejándole fuera de juego de los verdaderos contendientes. Y Sánchez, engañando a todos, hasta que se tropezó con la realidad y la aritmética, que no se dejan engañar y le han indicado la puerta de salida con su mochila a cuestas.

¿Y Rajoy, dónde le deja?, me preguntará el lector inspirado por los analistas que le daban por finiquitado y hoy intentan cargarle el mochuelo. Permítanme recordarles dos cosas: Rajoy anunció hace tiempo a Cameron que el 26 de junio tendríamos elecciones y fue el primero en ofrecer la «gran coalición» con Sánchez y Rivera, que rechazaron airadamente, aunque le pidieron que se echara a un lado para que Sánchez fuese investido. Y siguen pidiéndoselo, después de haber fracaso estrepitosamente.

¿En qué mundo viven? Ya se lo he dicho: en el de la adolescencia, confundiendo sueños con realidades. Si quieren un pacto a tres, tendrá que ser dirigido por quien obtuvo más votos el 20-D. Cualquier otra cosa sería continuar en la farsa que hemos vivido los últimos meses. ¿Que Sánchez y Rivera no pueden admitirlo? Es su problema.

Depende de ellos dos el ahorrarnos el dinero, la fatiga y el tiempo perdido en una nueva campaña electoral, para obtener unos resultados que, tras el papelón que han hecho, pueden traerles peores resultados. Es su último tren. Rajoy tendrá también que hacer sacrificios, pero no el de dejar España en sus manos, pues han demostrado no saber ni siquiera sumar. Vamos a ver si, cuando Rajoy le llama, Sánchez se pone al teléfono o continúa creyendo que es el más alto, el más guapo, el más inteligente de todos. Las dos primeras cosas posiblemente lo sean. Pero no se trata de una foto para la portada de «Vogue». Se trata de que España continúe recuperándose y afronte los problemas que tiene, que son muchos y graves, a los que habrá que añadir el de unos podemitas encabritados (¿los vieron ayer jaleando a Pablo?), que ellos dos han sido incapaces de domeñar. Como tantas otras cuestiones.

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