Testimonios del coronavirus

Carta de la hija de una víctima: «A los familiares nos enfada la cobardía de quien quiere huir de sus responsabilidades»

«Me atormenta lo que ha podido pasar en soledad, su sensación de abandono, que esta sociedad frívola y cobarde prefiera mirar a otro lado cuando debería reivindicar la dignidad de sus víctimas»

Segovia.

Critina Llorente

El miedo , esa emoción que te hace sudar en frío, que te descompone, que te hace temblar las extremidades. El miedo, que hace que la mente y el corazón se arruguen, que dejen al titán más grande acurrucado en una cueva. Ese miedo que te provoca el subir muy alto, ir a una velocidad excesiva, cuando te dan los resultados de un mal diagnóstico o si crees que a un familiar le ha ocurrido algo. El miedo que se siente cuando no tienes cómo alimentar a tus hijos o crees que tu vida se hunde por no poder adaptar tu empresa por escasez económica. Ese vértigo, ese pánico que te genera una presión en el pecho, que te impide comer, respirar bien y dormir, que te saca canas y arrugas antes de tiempo, que te hace bajar de peso y que el corazón palpite como si se fuera a salir del pecho.

Ese miedo es el que se instaló en nuestros corazones hace dos meses , cuándo las primeras víctimas empezaron a morir. Los espectadores tenían miedo, tanto miedo que necesitaban salir a la ventana a aplaudir a quienes luchaban por salvar las vidas de esas víctimas, nuestros queridos médicos, enfermeras y demás personal sanitario , que se han jugado su salud y la de los suyos para arañar a la muerte una vida más. Los lemas "Todo va a salir bien" y los arco iris decoraban los balcones, buscando con ansia un lugar dónde agarrarse porque el desastre se acercaba y no sabían cómo gestionar su miedo.

Mientras, en los hospitales las personas morían , algunos directamente en cuidados paliativos, otros con retrovirales y medicaciones, otros con los respiradores. Lo intentaban pero no lo lograban. Por suerte, muchos se curaban, pero el horror eran los que no lo lograban.

Todos hemos sentido y comprendido el miedo de los que estaban observando, pero ¿cuántos se molestaron en conocer cuál era el miedo de quienes esperaban la muerte sin esperanza?

Los que pudieron combatir la enfermedad al menos tenían algo de esperanza, pero ¿cómo creen que podían sentirse los que llegaban al hospital o ni siquiera los llevaban allí y les decían que les sedaban, sabiendo que no iban a despertar más? Y, ¿cómo creen que lo gestionaron ellos? ¿Cómo gestionaron ellos su miedo en la más absoluta soledad? ¿Cuántas personas han muerto en sus casas por no atenderlas en los hospitales?

Pocos se lo han planteado, porque da mucho miedo pensar en el que ya no está, es mejor dejarlo atrás , es triste pero ya no hay remedio. Ahora sólo importa seguir adelante, el día a día y así de fácil es cómo podemos quitarnos de la mente la muerte de una ciudad como Segovia o Soria, enteritas. Si elimináramos del censo la cantidad de personas que han muerto en esta pandemia, una de esas dos ciudades estaría hoy vacía, haría falta repoblarla, pero aquí no pasa nada. La sociedad está dispuesta a asimilar ese sacrificio con tal de no asimilar la realidad de lo que ha ocurrido.

Si quieren saber cuál es la visión de los familiares, supongo que yo busco consuelo en mi fe y pienso que hoy mi padre no está sufriendo. Murió el 29 de marzo de coronavirus . Me atormenta lo que ha podido pasar en soledad, su sensación de abandono, que esta sociedad frívola y cobarde prefiera mirar a otro lado cuando debería reivindicar la dignidad de sus víctimas y velar por preservar los derechos de quienes se han ido de una forma cruel e inhumana. Hubo un tiempo en que si alguien moría injustamente se salía a la calle para promover la dignidad social, como con las víctimas del 11M o de ETA, pero claro, eran nuestros padres los que se manifestaban, no nosotros.

Es vergonzoso ver que la dignidad hoy tiene el precio que el globalismo quiera poner sobre la chequera. Los niños que se manifiestan por un hombre al otro lado del mundo no han vivido ni la represión, ni la falta de libertad, se han encontrado todo hecho, hasta la cama. No han sabido lo que cuesta ganarse las cosas. Nuestros padres volaban sin red, nacieron en el hambre y la guerra, crecieron y pelearon por tener un hueco en el mundo digno. Hoy no solo los dejamos morir sin hacer nada, sino que además somos incapaces de defenderlos.

Sé que hay personas que empatizan con el dolor, pero hay muchas otras que no. Esas personas, que tienen el valor de defender a este Gobierno ante las familias de las víctimas , ¿no se dan cuenta, de que están faltando el respeto a nuestro dolor? ¿No se dan cuenta de que defender a este Gobierno ante nosotros es un afrenta insoportable, un insulto a la memoria de nuestros fallecidos y una vergüenza?. A nosotros nos dan igual sus ideales políticos, a los familiares no nos enfadan las ideologías, sino la cobardía de quien quiere huir de sus responsabilidades, a sabiendas de que han causado decenas de miles de muertes por su incapacidad, imprevisión, en definitiva, su mala praxis.

Han escuchado mis oídos: "Ellos también son humanos, pueden equivocarse". Claro, como el cirujano que cuando opera se equivoca y ve arruinada su carrera por homicidio imprudente. O como el Guardia Civil que toma una decisión en décimas de segundo y puede costarle su carrera. Por esa razón, es necesario que asuman sus responsabilidades y, lejos de querer hacerlo, usan las instituciones pervirtiéndolas , la Fiscalía General del Estado y la Abogacía del Estado presionando al sistema judicial por hacer su trabajo, llevando a cabo injerencias en la Guardia Civil para tratar de desacreditar los informes solicitados legal y judicialmente.

Me ha tocado escuchar también que son las Comunidades autónomas las culpables de las muertes en residencias. Si es así, también tendrán que explicarlo.

En verdad, es de locos y vergonzoso tener que estar expectante a ver si esta España nuestra despierta. En el fondo, creo que lo que hay detrás de todo esto no es solo el miedo sino también la culpa . Quizá sus votantes necesiten creer que no ha sido causado por ellos, que su voto no ha llevado a esta tragedia.

Los familiares llevamos esto como podemos , con nuestros buenos y nuestros malos momentos, pero no es odio o venganza lo que nos mueve sino sentido de la Justicia . Los votantes no somos culpables de esto, descansen de una vez si es lo que les atormenta, no son culpables de lo que esos señores hayan hecho una vez han llegado al poder. Pero sí aprendan a callar cuando un familiar de una víctima de Covid-19 les diga que ellos han sido los culpables, porque la sensación de abandono, soledad e incomprensión es brutal, ¡hagan el favor de respetar nuestro dolor!

Hoy, hay personas que no hemos podido aún abrazar a nuestras familias, que no hemos podido enterrar a quien falleció en medio de todo este horror. Hoy, aún hay personas muriendo en los hospitales y se las esconde para que no se sepa que se siguen muriendo. Hoy, más que nunca, necesitamos una sociedad unida en el dolor y en las ganas de salir adelante, cogiendo de la mano a quien está sufriendo, no dejándolo atrás cómo si molestara.

Hace falta un cambio de actitud social. Los que estáis sanos acordaros de que las víctimas podrían haber sido vuestros padres, vuestros hijos, vuestros hermanos o cuñados. Os toca sacar a la luz vuestro coraje, porque hay mucho sufrimiento en todo esto. Con salud y familia saldremos de todo, pero hay miles de personas que ya no están, que se han ido en unas condiciones terribles y la sociedad debe sacarlas adelante, como lo hicimos con el Espíritu de Ermua, como lo hicimos en las manifestaciones de solidaridad de cada atentado de Al Kaeda, cómo lo hicimos por cada niño o cada mujer que fue maltratada y quisimos proteger.

Seamos la España que siempre hemos sido , porque esta España no es la que mi padre me dejó, no es la que era. No quieren que nos toquemos, ni que nos besemos, no quieren que vivamos en familia, no quieren que seamos la España que ha vivido en paz durante los únicos 40 años de su Historia. Una España fuerte, unida desde sus cimientos, es indestructible.

No nos abandonen , no sigan con su vida sin darles a las víctimas un lugar en su mente. Las pérdidas son de los familiares, pero también ha perdido la sociedad. El miedo es una emoción fuerte y difícil de vencer, pero si se hace en compañía se convertirá en cariño, admiración, solidaridad y ganas de darle al otro las fuerzas que necesita para andar.

* Critina Llorente Borreguero es de Segovia.

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