David Gistau - Lluvia ácida

Cono Sur

Errejón no ha de ser consciente del ridículo que hace al arrogarse la portavocía de un supuesto pueblo argentino

David Gistau

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Varios detalles de la mentalidad de Podemos fueron de nuevo revelados con el recibimiento maleducado en el Parlamento al presidente argentino, así como con la intervención montonera de Errejón . Y ni siquiera hace falta insistir en la demostración de cinismo sectario que supone exigir a un presidente de Argentina la rendición de cuentas sobre derechos humanos a la que jamás enfrentarían a Cuba o a Venezuela , democracias, como todos sabemos, mucho más legitimadas y tolerantes con la oposición política que la argentina. (Esto es sarcasmo. Lo aclaro porque hay cada tonto).

Errejón, que no da una, pobre, no ha de ser consciente del ridículo que hace al arrogarse la portavocía de un supuesto pueblo argentino sojuzgado por la presidencia de Macri y en espera de una liberación. Como si Macri no hubiera resultado elegido en las urnas precisamente por ese pueblo argentino al que Errejón tutela y ve cautivo porque confunde una bandería fuertemente militante , la del kirchnerismo, con la totalidad. Fíjense que esto ni siquiera tiene nada que ver con las capacidades políticas atribuibles a Macri, a quien a mí mismo me cuesta aún ver como presidente porque, durante mis primeros años en Argentina, era un hijo de millonario perteneciente al «demi-monde» de Punta del Este que parecía conformarse, para dejar impronta de su paso por la vida , con provisionar a Boca Juniors de copas Libertadores. Cuando le sobrevino, en edad ya tardía, la epifanía política, le ocurrió al mismo tiempo que a otro par de millonarios coleccionistas de novias sobre los cuales un periodista inventó la denominación de Generación Conaprole por la marca uruguaya de helados consumida en los veraneos esteños.

Más allá de sus limitaciones, Macri fue elegido y, al menos, es un operador necesario para descomprimir la fuerte polarización ideológica que partió la sociedad argentina durante las presidencias K. Polarización militante ajena a la concordia y a la convivencia de visiones distintas que es precisamente la que Errejón querría restaurar en Argentina y Podemos importar a España. De ahí esa idea, expresada por Errejón, de que el poder es un patrimonio ideológico y que cualquier presidente ajeno que lo ocupe, aunque sea con el respaldo de los votantes, es una anomalía, un turbio usurpador que ha de ser desalojado cuanto antes. Por eso niegan el aplauso en el Parlamento a un presidente escrupulosamente democrático pero antagonista en lo ideológico -¿imaginan el follón si la bancada popular se lo hubiera negado a la entonces presidente Fernández de Kirchner cuando hizo su propia visita al Parlamento?-, como si las urnas sólo fueran válidas y respetables mientras confirmen la apropiación por uno mismo del poder. De lo contrario, estarían hechas para romperlas, como en el cliché joseantoniano.

Esta visión de Argentina prefigura la España que resultaría de un acceso podemita al poder comparable al del kirchnerismo en Argentina.

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