Testimonios del coronavirus

Carta de una emigrada a Rumanía: «En España lo que nos hace falta es arrimar más el hombro»

«Los rumanos tienen muy claro que para conseguir un objetivo en la vida hay que esforzarse»

Imagen de Bucarest Archivo ABC

Clara Rodríguez

Hace unos días leí en ABC un testimonio enviado por un español residente en Noruega en el que alababa las virtudes de la sociedad local. Quizá, como ciudadanos del sur de Europa, tendemos a mirar hacia el norte y pensar en la ventaja que nos sacan los nórdicos a la hora de hacer que sus respectivos países funcionen. A ojos de un español, podría decirse que las sociedades de allí son más civilizadas o respetuosas que la nuestra. Dicho artículo subraya la capacidad de los noruegos para remar, de forma conjunta, en la misma dirección: luchan por un objetivo común y todos aportan su granito de arena. Y es que no puedo estar más de acuerdo con el autor cuando afirma que en España lo que nos hace falta es arrimar más el hombro.

No hace falta irse a los países del norte de Europa para encontrar ejemplos de sociedades que aspiran a mejorar en todos los aspectos. Desde el pasado noviembre mi vida transcurre en Rumanía , donde trabajo en una empresa de compliance tras quedarme en paro (la compañía en la que trabajaba cerró su oficina de Madrid).

Como es sabido, este es uno de los países más pobres de la Unión Europea. No obstante, a pesar de los numerosos retos y obstáculos que el este de Europa debe seguir afrontando, llama la atención la mentalidad de los jóvenes rumanos con estudios universitarios .

Al contrario de lo que he podido observar en España, donde, lamentablemente, muchos jóvenes dan más importancia a la diversión que al trabajo (en vez de tratar de aunar ambos), los rumanos tienen muy claro que para conseguir un objetivo en la vida hay que esforzarse . Me atrevería a afirmar que el nivel de madurez de los jóvenes rumanos es mayor que el de los españoles. Un buen amigo rumano, de 24 años, me contaba que la mentalidad comunista sigue presente en las generaciones de sus abuelos , por lo que hasta que esa generación desaparezca (por muy duro que suene) no podrá el país acometer las reformas necesarias.

Afortunadamente, en España no tenemos ese problema con nuestros mayores. Sin embargo, creo que sí que tenemos un problema (y gordo) con generaciones más jóvenes , que han sido educadas en el "todo vale" y que están acostumbradas a exigir derechos pero no a asumir responsabilidades. Este problema, que podría resumirse en la infantilización de la sociedad española , se agrava cuando surge una crisis del calibre de esta pandemia.

Oigo a muchas personas quejarse de los políticos, cuando, simplemente, ellos son el reflejo de nuestra sociedad . Hemos permitido que quien nos gobierne carezca no solo de profesionalidad, sino de valores: nuestra clase política se guía por la ambición, la mentira y el egoísmo.

Es, precisamente, este egoísmo el que ha invadido a muchos de nuestros jóvenes, quienes velan por sus intereses sin preocuparse lo más mínimo por el que tienen al lado, mientras presumen de ser los valedores de los derechos humanos.

Junto con esta crisis sanitaria, en la que miles de personas han fallecido y otras miles han enfermado (y algunas arrastran serias secuelas), se está desarrollando la que será, seguramente, la peor crisis económica hasta la fecha en democracia. Ya no serán miles, sino millones, los que se quedarán por el camino (algo que empezaremos a ver, con mayor claridad, este otoño, cuando caigamos como las hojas de los árboles).

Por supuesto, hemos visto ejemplos de solidaridad en esta pandemia y no todos los jóvenes están pensando solo en fiesta. Pero lo que también ha quedado claro es la falta de disciplina y de concien cia que existe en nuestra sociedad: no somos capaces de sacrificarnos. Acostumbrados a vivir demasiado bien (en muchos casos, sin ser conscientes de ello), no queremos que nos hablen de hacer esfuerzos. Parece que, después de tantos años de bienestar (con sus más y sus menos), la población española ha olvidado lo que significa el concepto de resiliencia y, lo que es peor, el de unidad .

Estamos dejando que la clase política explote nuestras diferencias para su propio beneficio , resultando en, cada vez más, una mayor polarización social. Es evidente que al menos la primera parte del siglo XX no será el mejor momento de Occidente, época y lugar dominados por movimientos populistas. Siguiendo el curso natural de la historia, los imperios aparecen y desaparecen, y ahora estamos asistiendo al declive de las sociedades occidentales.

Retomando el ejemplo de los rumanos, me enorgullece ver cómo sus jóvenes universitarios tienen un objetivo común: conseguir que el país avance . Quizá ha llegado la hora de que los españoles maduremos como sociedad, asumamos responsabilidades y las exijamos y entendamos que, al igual que prácticamente todas las generaciones que nos han precedido, tenemos que hacer sacrificios . Yo, de momento y al igual que el autor del artículo sobre Noruega, me quedaré en el extranjero , viendo, en la distancia, cómo España se derrumba.

* Clara Rodríguez Chirino vive en Bucarest, Rumanía.

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