Año cero

Hoy mismo deberían iniciar su modernización

Luis Ventoso

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Cuando pasa el tiempo, las cabezas se enfrían, la mirada enfoca mejor y los aburridos datos empíricos se acaban anteponiendo al zurriagazo facilón. En mis años universitarios ridiculizar a Reagan y Thatcher era la última moda. Recuerdo que para recaudar dinero para el viaje de paso del ecuador organizamos la inefable fiesta en una disco. Me tocó dibujar el cartel para anunciarla. Pinté a Ronald Reagan diciendo aquello de «el bombardeo empieza dentro de cinco minutos», frase que había soltado de coña en unas pruebas radiofónicas y por la que toda la inteligencia europea lo estaba despellejando. Reagan era, por supuesto, un cowboy semianalfabeto. Pasó el tiempo. Hoy lo saludamos como un estadista de leyenda, que cambió la mentalidad de su país de modo perdurable y ganó la Guerra Fría a la tiranía comunista (con una manita de Wojtyla). Otro tanto sucede con Thatcher. Todavía hoy el exitoso musical «Billy Elliot» denuncia su teórica barbarie. La realidad es que levantó a un Reino Unido postrado, anquilosado tras demasiados años de laborismo, y le dio una segunda oportunidad (que ahora se están cargando con el Brexit).

Sería un choteo equiparar a Mariano con Ronald y Margaret, pues precisamente al expresidente español le faltó lo que distinguió a sus dos pares liberales: una visión. Pero el tiempo tratará bien a Rajoy. Ayer se publicó su último dato de paro: 3,2 millones de desempleados frente a los 4,8 del pico de 2013; casi 19 millones de ocupados y el mejor mayo de la serie histórica. Él fue también quien evitó la cirugía de hierro de la Troika, contra el criterio del Ibex y de su propio ministro de Economía. Algo habrá hecho el que no hacía nada... Pero reconocidos los méritos de Rajoy (y su demérito, que fue su carencia de ambición intelectual y su desprecio de la comunicación), toca decir que es hora de que dé el relevo. Hoy se celebra el primer comité del PP tras la maniobra de Sánchez y no basta con juegos de palabras que demoren toda decisión. Ha de poner fecha a un congreso abierto y democrático para elegir nuevo líder, porque el partido se ha quedado anticuado y lo lastra la corrupción (ayer mismo rechinaba ver a Arenas, el secretario general de los días Gürtel, en la rueda de prensa de los populares en el Senado). El PP tendría cancha amplia si se remozase, pues la felonía de Sánchez ha irritado a millones de españoles. Incluso retornan a la casa clásica del conservadurismo muchos electores que se habían decantado por la dialéctica de Rivera y sus ensalmos taumatúrgicos que todo lo curan.

Sánchez es muchas cosas, pero no imbécil. Posee un tesón de hormigón armado y ayer demostró agudeza política al situar a Borrell en Exteriores y optar por el tono moderado en su primera alocución monclovita. A pesar de sus imperdonables socios separatistas, intenta jugar a estadista. Para desenmascararlo y desbancarlo ya no basta un Rajoy dirigiendo a los suyos en modo zombi. El PP debe sacar la lejía y el estropajo, rearmarse filosóficamente –ofrecer una visión ilusionante– y salir al encuentro de la gran corriente central de la sociedad española, que aunque a veces lo parezca, no está para estupideces a costa de su dinero.

Año cero

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