José María Carrascal
En campaña, de nueva
Estamos otra vez en campaña electoral sin haberse acabado la anterior. Dispuestos a repetirla. Con los mismos programas, objetivos, aliados y rivales. Todos dicen que están dispuestos a negociar, pero se mantienen en sus viejas trincheras. Sánchez sigue buscando el acuerdo con Iglesias -sólo le ha faltado arrodillarse para pedírselo-, con un Iglesias que le exige deshacerse de Rivera. Mientras Rivera sigue buscado el pacto con Rajoy, que insiste en la «gran coalición tripartita», que sigue siendo una utopía centroeuropea. O sea, que estamos como estábamos el 21 de diciembre, sin haber aprendido nada de lo ocurrido en estos casi tres meses. Lo que permite decir que dentro de otros tantos estaremos en las mismas: sin gobierno definitivo, divididos como entonces y abocados a nuevas elecciones. La capacidad de repetir errores de los españoles es difícil de superar.
De la campaña electoral no esperen más que un refrito de la anterior
Este puzle -acertijo, adivinanza o rompecabezas- no lo vamos a resolver nosotros, sino la realidad. La realidad que nos confronte con los hechos incontrovertibles, que nada tienen que ver con nuestros deseos o ideas fijas. La realidad va a decirnos si somos capaces de vivir por un periodo indefinido con un gobierno provisional -los italianos lo han hecho innumerables veces e incluso han sacado provecho, por tener la suficiente flexibilidad e imaginación para no necesitar que alguien les diga qué tienen y no tienen que hacer para no hundirse- o si esa interinidad nos lleva a una confrontación cada vez más aguda. Una realidad que tiene bastante que ver con la exterior, de donde nos llegan pedidos, inversiones, turistas, de los que dependemos en buena parte influirán en nuestro nivel de vida.
Porque de la campaña electoral no esperen más que un refrito de la anterior. Más agria si cabe, aunque se intente disimular con palabras brillantes y acusaciones taimadas, echando a los demás la culpa de que no haya acuerdo y buscando el apoyo del Rey para que eche una mano a uno u otro candidato. Adobado todo ello con encuestas que anunciarán el avance o retroceso de este o el otro partido, que coinciden con la línea editorial del medio que las publica, al haber pasado las encuestas a formar parte de las campañas electorales. Con el agravante de que las nuevas elecciones traerán posiblemente unos resultados bastante parecidos a los de las anteriores. O sea, para volver a donde estamos.
Ante tal panorama, no sé ya qué preferir: si continuar la farsa, y con ella el desgaste de nuestra ya deteriorada democracia, o dejar paso a esa «mayoría progresista de cambio» de que hablan Iglesias y Sánchez, para que comprobáramos que no es mayoría, ni progresista, pues el cambio sería para peor, excepto para quienes estén en el machito. Muchos me dirán que sería una cura demasiado brutal. Pero, visto que no escarmentamos en cabeza ajena, puede que sea la única capaz de enseñarnos a los españoles, de una vez y para siempre, qué es el paraíso de la izquierda. Pues muchos piensan que es el beso de Iglesias y Domènech en el Congreso.
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