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La Isla de las Tentaciones: Manuel quiere ser el «enfermero» de Fiama y convertirla en «chocolatera»

El último Debate de las Tentaciones reveló nuevas imágenes que dejan claro cuán distinta está siendo la experiencia par los dos participantes gaditanos

Manuel y Fiama, dando rienda suelta a su amor.

José Juan López

Manuel está disfrutando como un niño chico en 'La isla de las tentaciones '. No se separa ni un segundo de su elegida, Fiama , y siente un ridículo orgullo de machito por el dolor que Stefany parecer sentir tras ser rechazada por el de Puerto Real.

Con un tono casi vanidoso, Manuel le comenta a Fiama que ve a Stefany «super, ultra, mega dolida». La canaria, echando más leña al fuego, asegura al aún novio de Lucía que después de estar con él no piensa hacer nada con nadie más y que a ella no le importa que hable con otras chicas.

El avance de imágenes del Debate ha mostrado que el gaditano va a por todas con Fiama. Ha sacado todas sus armas y trucos de seducción y los ha puesto en marcha. Primero, el truco de la pretendida inseguridad: «No creo que tú vayas a ser mi novia. No te veo yo con un chavalito así, como yo, tan normal» . Ella replica que con esas palabras evidencia lo poco que la conoce:

«Si mañana te levantes y dices, mira Fiama, que yo ya no quiero nada contigo, yo me voy a mi casa porque yo aquí ya no tengo nada que hacer. El primer momento para mí fue atracción sexual pura y dura. Ya ahora no. Ahora hay más cosas, yo ahora me siento a gusto contigo». Manuel asiente, raudo, a estas palabras de Fiama, que continúa diciendo: «Me pones, sí me pones, pero me encuentro bien contigo, me divierto contigo, me preocupo por ti, que me importa que estés bien» .

Manuel continúa descubriendo sus armas de seducción y llega el turno de la intensidad: «Yo te miro ahí a los ojos y digo, esta chavala yo la veo pura, yo la veo de verdad». A esa bonita declaración, Fiama responde con un beso y continúa: «Contigo es eso, no sé, qué pollas me pasa pero también me cabrea porque yo me gusta tener todo bajo control y no lo tengo y eso me enfada». «Qué es lo que no tienes bajo control», pregunta Manuel. Ella responde: «lo que siento por ti».

Finalmente, el último truco de seducción de Manuel es sacar su lado de poeta, de seductor nato: «Con la única que yo podría morder la manzana prohibida…» y antes de que termine la frase, Fiama añade «La has mordido ya». «Nos hemos quedado sin manzanas», sentencia el gaditano con sonrisa pícara.

A la hora de despedirse, en la puerta de las habitaciones, les cuesta separarse. La tensión sexual es evidente y les resulta complicada de controlar: «Estoy malísimo», le confiesa él, «y yo también», añade ella.

Parece que además de atracción física, Manuel siente otras cosas y le susurra a oído «Quiero que esto vaya a más». La despedida parece interminable y el de Puerto Real hace uso de su lirismo para no perder ritmo en su plan de conquista: «Si te pones enferma yo puedo ser tu enfermero», o «Porque si te doy chocolate todos los días va a llegar un día que te vas a convertir en chocolatera». Ni Neruda.

Lucía sigue llorando por las esquinas

Tras descubrir la infidelidad de Manuel, Lucía no puede contener el llanto y cada vez que lo recuerda rompe a llorar incontroladamente.

Hablando con Rubén que le pregunta que cómo se siente y ella le responde que sólo tiene ganas de llorar. Él le aconseja que llore y que se desahogue. Lucía sigue alabándolo y echándolo de menos, porque como su Manuel no hay nadie: «Es como novio, la mejor persona que me he encontrado en el mundo» .

Rubén intenta animarla asegurándole que la vida seguro que le deparará cosas muchísimo mejor, que después de todo, de lo malo siempre se pueden sacar cosas buenas. Es entonces cuando la gaditana le confiesa como fue la última noche antes de llegar a la isla:

«El día antes de venirnos para acá cenamos toda la familia junta y me dice mi madre “el Manuel está (inaudible), que se ha equivocado, que lo ha hecho muy mal contigo pero está muy arrepentido y quiere ir para que tú veas de verdad lo que te quiere… Y yo digo, ¡cómo puede ser tan falso!».

Llorando a lágrima viva en su habitación, acompañada por Lola, Marina e Isaac, Lucía no puede contener su profundo dolor y decepción por el engaño de Manuel: «No me creo que me haya hecho este daño de gratis». Entre llantos, dice que quiere hablar con él, pero sus compañeras le gritan que para qué.

Lola, en un gesto algo egoísta, le dice que no pueden estar todo el día encima de ella porque esté llorando, a lo que Lucía replica que no necesita que estén con ella. Sigue pesando que Manuel puede que lo esté pasando mal, que es probable que también esté llorando porque la eche de menos. «Estás llorando por un puto subnormal», sentencia Lola.

Isaac, sale de la habitación y se reúne con otros compañeros. Entonces, comienza a llorar también: «Qué hijo de p... Tú has visto cómo es Lucía. Mírala, tío, cómo es capaz de hacerla algo así a una niña como ella. Cómo tiene los huevos de hacerle algo así».

En otra fiesta, Lucía confiesa a Carlos que nunca será capaz de perdonar a Manuel, pero que no puede dejar de pensar que lo mismo él está en la otra villa harto de llorar por ella. «Por lo que tú me has contado y yo he visto -le dice Carlos- , te va a llorar y te va a decir perdóname que yo a quien quiero es a ti». Lucía no puede evitar seguir teniendo fuertes sentimientos por su pareja a pesar del engaño:

«Me voy a estar liando con él hasta la muerte, hasta que lo sepa la muerte, por aprovechar hasta el último momento». Carlos no entiende el porqué y ella le replica con un simple «porque tengo ganas». Carlos, indignado, le pregunta que dónde queda su orgullo. «Por los suelos», responde una dolida Lucía.

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