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De chapista a diseñador jefe en McLaren
Actualizado: 18:50

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De chapista a diseñador jefe en McLaren

Frank Stephenson Santos, que comenzó arreglando bollos en el taller de su familia en Martínez Maldonado, es el diseñador jefe de la escudería británica. El juego de velocidad de la nueva Xbox quema ruedas con una simulación de su último bólido

17.12.13 - 13:52 -

A Frank Stephenson Santos (Casablanca, 1959) le castigó su padre y le metió a trabajar en el concesionario de la familia, en la calle Martínez Maldonado de Málaga. Tenía que arreglar golpes en la sección de chapa y pintura. Enredando entre pistolas, bollos y rayones, comenzó a tunear coches, a darles su propio aire en el taller. Tenía talento, mucho talento... tanto que pasados los años ha terminado siendo uno de los grandes creadores de coches.

De padre estadounidense y madre malagueña (María Santos Carvajal nació en Coín), de las manos de este diseñador nacido en Marruecos, pero que vive en Málaga desde los 12 años, han salido muchos deportivos, pero el más loco es el McLaren P1, una bomba de 900 caballos que acelera de cero a cien en 2,8 segundos y que solo podrá conducirlo si le sobra un millón de euros o tiene la nueva Xbox One. Él y su equipo de ingenieros han ayudado a meter el buque insignia de McLaren en un videojuego, el Forza Motorsport 5, una de las entregas más esperadas del año, que se dará a conocer en el festival Fun and Serious, los Oscar del ocio digital, que se inaugura el próximo lunes 25 en Bilbao.

Aunque a sus 54 años le tiren más las motos (está enamorado de una Ducati), la propia vida de Frank Stephenson es como una carrera de deportivos. Después de sus comienzos humildes como aprendiz en el taller familiar, le dio por convertirse en piloto de motocross. «Estuve entre los diez mejores del mundo, pero a mi padre le parecía que no ganaba nada, así que me puse a estudiar». Los libros también se le dieron bien: se matriculó en una promoción de diseño de vehículos de automoción en California con 29 compañeros y únicamente 6 lograron acabar el curso.

Los comienzos

A partir de ese momento empieza a cimentar su profesión y encadena trabajos por los que los amantes de los coches lo darían todo. En los ochenta entró en Ford y diseñó el alerón trasero del Escort Cosworth. Más tarde dibujó el nuevo Mini y luego el BMW X5. Y en Fiat ‘parió’ joyas como el Ferrari 530 o el Maserati Mc12, un bólido inspirado en las carreras de Le Mans y del que se vendieron en un año 50 unidades a clientes seleccionados: pagaron 600.000 euros. Se despidió del grupo con el Fiat Estilo y el caprichoso Fiat 500. «De todos estoy orgulloso», dice.

Después de dejar la marca italiana, Stephenson se mudó a Inglaterra, a los cuarteles generales de McLaren, en el apacible pueblo de Woking. Allí se levanta la megafactoría de Ron Dennis que diseñó Norman Foster sin reparar en gastos. Costó 48 millones de euros. El presidente ejecutivo de la escudería británica la quería blanca. Foster le advirtió que estaría «todo el día sucia» y él le respondió que la hiciera blanca para saber «cuándo estaba sucia».

En ese quirófano impoluto de los F-1 también preparan para circular por la calle, si así se le puede llamar a un cohete de un millón de euros que vuela a ras de suelo. El diseñador Frank Stephenson tenía que darle forma al P1, un superdeportivo híbrido en cuyo salpicadero hay un botoncito rojo de ‘kers’ (ellos le llaman ‘Ipas’), que si se pulsa se obtienen 175 caballos de potencia extra, y otro azul que activa el DRS, el mismo sistema de un F-1, que si se aprieta reduce la resistencia aerodinámica un 23%.

Para dar cuerpo a la idea, se fijó en qué tenían en común los animales más veloces. «Nos dimos cuenta de que todos eran fuertes y tenían los músculos marcados. Que no había nada en ellos que fuera accesorio, que estuviera ahí para hacer bonito. Sus cuerpos están envasados al vacío», explica Stephenson. El resultado es un ‘animal’ que tiene el morro de un tiburón martillo, la silueta de un guepardo lanzado a la carrera y el alerón como la cola de un halcón peregrino (la pieza se mueve de manera autónoma para mejorar las cualidades de la conducción).

Lujo al volante

«Si tuviera dinero, me compraría uno de estos», admite, aunque sus vehículos son más modestos. El diseñador jefe de McLaren saca a pasear su Ducati en cuanto puede y para ir a la compra se pone a los mandos de su Fiat 500 (le recuerda a los viejos Seiscientos). Y eso que entre los coches de empresa que puede usar cuando quiera hay piezas de museo como Jaguars de los años 60, Lamborghinis y un Aston Martin.

El P1, además de carísimo, es una especie tan exclusiva que solo hay 375 ejemplares y están todos vendidos. Los cupos de China yOriente Medio volaron igual que los de Europa, y ello a pesar de que, de momento, no hay construidas ni veinte unidades.

Lo más parecido a saber qué se siente al manejar el P1 es probarlo en el Forza Motorsport 5, que sale a la venta el viernes con la nueva consola Xbox. También se puede pasar por el certamen Fun and Serious de Bilbao, donde se celebrará un campeonato abierto al público.

El equipo de ingenieros y diseñadores de McLaren se divierten jugándose el honor a los mandos de la consola cada miércoles después del curro. La mejor siempre es Anna Louise, una diseñadora de la que «jurarías que no tiene ni el carné de conducir», admite Stephenson. La partida es un clásico en la escudería desde que hace un año la desarrolladora Turn 10 Studios (filial de Microsoft).

¿Película o juego?

Decenas de personas aportan datos y tests de diferentes coches para que el juego resulte un calco de la realidad. Pocos han probado la versión real. Ellos, sí. Nadie suelta lo que cuesta una hora de trabajo de uno de estos tipos, pero todo va en la línea descomunal del Forza. «No hay límites a lo que hacemos», dice Dan Greenawalt, director creativo del juego, que ha gastado «más dinero que cualquier producción de Hollywood». No desvela los ceros de la factura, pero son «muchos» (se habla de más de setenta millones).

Para hacerse una idea de en qué se han gastado semejante pastizal, cabe imaginarse que 400 empleados de los mejor pagados del mundo han pasado cuatro años metiendo horas de sol a sol, entre ellos programadores de Pixar y la extinta Lucas Arts. «Todo encaja al milímetro». En el juego han trabajado profesionales del automovilismo de todo pelaje. Son ellos los que hacen los propios test de ruedas, suspensiones, motor, velocidad... Con esos datos, las computadoras recomponen el comportamiento de los vehículos en las carreteras para que sean lo más reales posibles. Si tal o cual coche derrapa, ellos no lo arreglan. «Así se queda. Nosotros introducimos todos los datos en el ordenador y es la máquina la que dirá si el vehículo, por ejemplo, no frena bien o si supervira. No lo decimos nosotros, sino la física», concluye Greenawalt.

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Frank Stephenson posa en la factoría de McLaren en Woking (Inglaterra). | McLaren
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