Curro Savoy, durante la entrevista. / Foto: Alberto Ferreras | Vídeo: Virginia Carrasco
El rey... del despiste
Curro Savoy se confiesa un despistado sin remedio. "Me he bañado con calcetines, me he dejado a mi niño en Correos, pierdo trenes a punta pala, me llaman para avisarme de cuándo me tengo que bajar del tren, o para despertarme por si me he dormido". Aunque el mayor despiste lo sufrió su esposa, Clarita Montes, la primera mujer torero que tuvo España.
"No llevábamos un año de casados y me dejé olvidada a mi mujer en la autopista entre Lérida y Zaragoza. En esos tiempos estudiaba armonía y, cuando paré a echar gasolina, estaba con la cabeza en otro sitio, recordando acordes. Se fue a los baños y yo seguí hacia la autopista. A los siete u ocho kilómetros vi el bolso de mi mujer en el asiento del copiloto y me descompuse. Dí marcha atrás poquito a poco, con los camiones que pasaban zumbando a mi lado. Imagina su cara cuando llegué tres cuartos de hora más tarde. Estuvo 14 días sin hablarme y yo durmiendo en el sofá. Pensaba que no la quería, fíjate, yo, que estaba loco por ella".
Ya ha pasado medio siglo desde que Curro Savoy (Jaén, 1948) se convirtiera en silbido más famoso de las películas del lejano oeste y no hay quien lo pare. El músico jiennense sigue en activo tras imprimir su sello personal a más de cien películas y otros tantos anuncios publicitarios que le han abierto fronteras y otorgado reconocimiento a nivel mundial. La última, con el actor Gerard Depardiéu en Francia, donde reside. Allí se pasó tres meses silbando 'el Avaro' de Molière en la Comedy Francesa. También se le puede escuchar en 'Potiche' ('Mujeres al poder'), donde silba mientras la actriz Catherine Deneuve corre a través de un parque. Y es que Curro Savoy "vive del aire", como el mismo reconoce con una fina ironía que, sumada a su franca sonrisa, le perpetúa como un personaje entrañable.
A sus 64 años, confiesa que está "hasta el gorro del silbar", aunque sea a su particular habilidad a la que le deba una vida llena de momentos para recordar. Y los recuerda todos, saltando de anécdota en anécdota para describir la mejor época de su vida, la década de los 60 en la que se convirtió en un personaje imprescindible en el universo radiofónico primero y el televisivo después. Era la época dorada de la radio, con locutores ya convertidos en mito como Boby Deglané, José Luis Pecker, Echenique, Ernesto Lacalle, José Luis Uribarri, o un Luis del Olmo que apenas comenzaba. Era la época en la que los estudios de radio se abrían al público y donde el niño Fernando Rodríguez comenzó su transformación hacia el artista Curro Savoy. "Nací artísticamente en un concurso de radio donde daban veinte duros y un bote de Cola-cao. Se llamaba ‘Conozca a su vecino’", recuerda. "Fui al concurso porque necesitaba ganarlo como fuera, mis padres pasaban calamidades y me dije: tengo que ser artista". Allí se presentó sin guitarra, ni partitura ni letra que cantar y le despidieron sin contemplaciones. Apenas levantaba un palmo del suelo pero, lejos de arredrarse, pidió ayuda a su primo Cristóbal y regresó a la radio con una guitarra y un rocanrol de Elvis Presley aprendido al vuelo. A la hora de la verdad, un improvisado silbido durante el solo de guitarra llamó la atención y le alzó como vencedor. Tras el primer éxito se presentó a todos los concursos de radio y al primero organizado en televisión, 'Hacia la fama', donde ganó una radio y un viaje a Italia. "Ahí empezó todo", explica.
Con 12 años se llevó el primer desengaño a manos de un avaro representante. "Se llamaba como el gran poeta Calderón de la Barca. Me vio actuar en una universidad de Madrid y me ofreció un contrato fabuloso. Me hacía actuar en cuatro sitios al mismo día y al mes podía participar hasta en cuatro películas. Este hombre me daba 600 o 700 pesetas por las galas, lo que era mucho dinero por aquel entonces. Un día, tras actuar en una discoteca, mi representante no terminaba de llegar a causa de la lluvia y el dueño me dio a mí el sobre. Había más de 18.000 pesetas".
Junto a Zidane o Catherine Z. Jones
Corría el año 62 cuando comenzó a participar en sus primeras películas, como 'La muerte tenía un precio' o 'El bueno, el feo y el malo'. También fue la época en la que Savoy coincidió con personajes como el músico Paul Anka, aunque reconoce que el personaje que más le impresionó fue la actriz Catherine Z. Jones, a quien conoció en el estreno de una de sus películas, ‘La trampa’. "Le di la mano y mi hija me tuvo que dar con el codo porque me quedé como hipnotizado", recuerda. "También Zidane, que le conocí en los estudios del Real Madrid, fue muy emocionante. Y Charlston Herston, que estuve actuando en ‘Los seis días de Madrid’ y tuve al Charlston Heston toda la tarde alrededor porque daba las campanas de salida para los ciclistas". A quien no pudo conocer fue a Elvis Presley, aunque el representante del icono americano lo intentara escribiendo una carta a Tico Medina del Diario Pueblo. "Yo ya funcionaba como ‘el rey del rock’", recuerda orgulloso.
Curro Savoy es un pozo inagotable de historias y anécdotas. Recuerda con cariño cada uno de los acontecimientos de su vida y el aprecio que le transmitieron varias generaciones. No le han olvidado. Hace apenas unos días rodó en Almería el videoclip de tres de sus nuevos temas, ambientados en los míticos poblados del Lejano Oeste que se conservan en el Oasys. Y este domingo 22 actua en la localidad madrileña de Navalcarnero, donde encabezará la tradicional reunión de coches clásicos. A pesar del trajín entre ciudades, el músico afincado en Francia se muestra feliz de estar en España y confiesa que su sueño es volver a Madrid. "Me encanta. Llegué a los 8 años desde Córdoba y cuando el tren paró en Atocha mi madre esperaba con un infiernillo donde me preparó una taza de caldo de gallina. Para mí era otro mundo y allí empecé a soñar".