
El 'Nobel de la vergüenza'
El tormentoso matrimonio entre la FIFA y Brasil, salpicado por peleas, tensiones e incluso una revuelta popular en el país sudamericano, amenaza con estallar en pleno Mundial. Sin embargo, el máximo organismo futbolístico ya se ha encargado de limar asperezas con Brasil, al facilitar el camino de la anfitriona con la composición de los bombos con vistas al sorteo que se celebrará el viernes, y ha llegado a olvidarse del ultimátum que planteó, para asumir ahora que la mitad de los estadios que acogerán el campeonato no estarán terminados al menos hasta enero.
Además de los retrasos en las obras de seis estadios, también existe una lógica preocupación por la obsoleta infraestructura aeroportuaria y de movilidad urbana, así como por la capacidad hotelera para recibir a los más de 600.000 turistas extranjeros y atender a los tres millones de brasileños que se moverán por todo el país. El ministro de Deportes de Brasil, Aldo Rebelo, sin embargo, ha justificó los atrasos, a los que la FIFA parece ya estar acostumbrada, con una broma: «En todos los matrimonios a los que fui, la novia siempre llegó con retraso, y por eso un matrimonio fracasa».
El caso es que, a seis meses de la Copa del Mundo de 2014, la FIFA y Brasil son perseguidos por la posibilidad de un escenario catastrófico: que se repita la revuelta social histórica que sacudió al gigante sudamericano el pasado mes de junio, antes y durante la Copa Confederaciones, ahora bajo la atenta mirada del planeta entero. Sería una pesadilla para la FIFA, que obtiene del Mundial el 90% de sus ingresos por comercialización de derechos de retransmisión y de marketing. Y también para la presidenta Dilma Rousseff, en precampaña para las elecciones generales de octubre de 2014.
El periodista Carlos Eduardo Eboli, responsable de un programa de deportes de la radio CBN, espera un «clima muy pesado durante la Copa del Mundo, con grandes protestas atizadas por el contexto electoral». Para Brasilia y la FIFA no es el momento de echar más leña al fuego, y ahora se intentan suavizar las relaciones.
Por el momento, la organizadora del Mundial entregará a la FIFA seis de los 12 estadios previstos a partir de enero, y no en diciembre, como exigía antes el organismo que preside Joseph Blatter. «Hay atrasos, pero no son significativos. Lo que importa es que estarán listos en enero», se defiende el ministro brasileño de Deportes. Las principales dudas están en el estadio Itaquerao de Sao Paulo, sede del partido inaugural del Mundial el 12 de junio, tras el accidente que la semana pasada se saldó con dos obreros fallecidos al derrumbarse una enorme grúa que levantaba el último trozo del techo. «Estará listo. Es una cuestión de confianza», aseguró el martes Blatter. Otros dos escenarios, en Curitiba (posible sede de España) y Cuiabá, no serán entregados hasta febrero.
«Mejor con menos democracia»
En 2007, Brasil recibió con júbilo su designación como sede del Mundial posterior al de Sudáfrica, y el enlace con la FIFA prometía un futuro radiante. Para los amantes del deporte rey, era imposible soñar con un Mundial más mágico que en la tierra de Pelé y del 'fútbol-samba'. Para Brasil, en plena euforia de los años de Lula, acoger la Copa del Mundo era la consagración del país como nueva potencia emergente.
Sin embargo, pronto comenzaron las disputas. En 2011, el secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, preocupado con los atrasos, sacó la tarjeta roja con una intimidante afirmación que sorprendió al gobierno: Brasil necesita «una patada en el culo» para acelerar el ritmo de las obras. «La FIFA se tiraba de los pelos. No sabía a qué interlocutor dirigirse», en esta república federal con el poder dividido entre Brasilia, los gobiernos estatales y los municipales, indicó Carlos Eduardo Eboli.
Valcke comentó además el pasado mes de abril: «Voy a decir algo loco, pero en los países donde existe menos democracia es mejor organizar una Copa del Mundo. Cuando se tiene un jefe de Estado fuerte, que puede decidir, como ocurrirá con (Vladimir) Putin en Rusia en 2018, será más fácil que en un país como Alemania (2006), donde hay que negociar con diferentes niveles». Con la cercanía del Mundial, estas dificultades han quedado presuntamente apartadas. «Ha llegado el momento en que trabajamos muy bien juntos, básicamente desde finales de 2011», ha comentado Delia Fischer, responsable de prensa de la FIFA. En cambio, los brasileños prosiguieron la discordia en las masivas protestas durante la Copa Confederaciones contra la elevada factura pública para el Mundial, en un país con desastrosos servicios públicos.