Cambio climático, efecto invernadero, calentamiento global, protocolo de Kioto y demás condicionamientos medio ambientales casan muy mal con automóviles de 300 caballos de potencia, capaces de alcanzar los 250 kms/hora con relativa facilidad o todo terrenos con más de dos toneladas de peso, prestaciones comparables a las de un deportivo y consumos por encima de los 20 litros como si nada.
Y aún así, se venden como churros: las berlinas y deportivos de lujo y los todo terrenos «recreacionales» de alto precio, viven un idílico momento comercial en el que los incrementos porcentuales de ventas alcanzan, mes a mes, invariablemente las dos cifras. Toda esta alegría parece que va a durar bien poco, vía medidas de restricción de emisiones, fiscalidad progresiva sobre los vehículos más contaminantes y restricciones al uso de vehículos «agresivos» para determinadas zonas de la naturaleza o zonas de alta densidad de población.
Es lo que viene, y conviene tenerlo en cuenta a la hora de decidir para un usuario que asiste impasible a la permanente paradoja que se produce al contemplar el espectacular aumento de prestaciones de los vehículos en los últimos años (para coches del mismo segmento, la potencia disponible se ha duplicado en apenas una década) y la presión de las diferentes administraciones en aras de la mejora de las cifras de siniestralidad mediante mayores sanciones, retirada de permisos de conducir, radares y toda una panoplia de medidas de control para meter en vereda al conductor que se pase un pelo en los rigurosos límites de velocidad. Y entonces, ¿para que valen los caballos?
Un hecho relevante y que, sin duda, marca el devenir en el desarrollo de los automóviles, de todos, grande y pequeño, deportivo o todo terreno, de lujo o utilitario, lo ha protagonizado la marca alemana Mercedes recientemente. En la presentación de su nuevo modelo de la Clase C, la firma alemana especialista en modelos de lujo por antonomasia, por encima de sus prestaciones, seguridad, lujo o confort, enfatiza destacando que es el primer coche de su segmento que dispone de un «certificado medioambiental».
El departamento de certificaciones del organismo TÜV alemán (una especie de mega-ITV competente en todo lo referido a inspección técnica, que rige los destinos de los coches alemanes y marca los pasos de lo que luego el resto de organizaciones europeas hacen en esta materia) confirma el desarrollo orientado al medio ambiente de esta nueva berlina. Ello implica beneficios adicionales en todo el ciclo de vida del vehículo y en áreas tan importantes como el reciclado de materiales, el consumo de combustible y las emisiones de escape.
Los expertos del TÜV, han determinado que gracias al riguroso desarrollo de los motores de cuatro cilindros del nuevo Clase C, los ingenieros de Mercedes han conseguido reducir el consumo hasta en un 6% en comparación con el modelo anterior. Respecto a las emisiones de escape, los niveles de óxidos de nitrógeno son hasta un 90% más bajos que los exigidos por la vigente norma Euro 4 y las emisiones de hidrocarburos un 86% menores.
En el balance medioambiental, en comparación con el modelo anterior del año 2000, el consumo total de combustible sobre un kilometraje aproximado de 200.000 kilómetros del nuevo Clase C, ha disminuido en aproximadamente 3.800 litros de gasolina. Las emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono, responsable del efecto invernadero, se han reducido en el ciclo de vida del vehículo en más de 9 toneladas.
El nuevo Clase C emplea materiales caracterizados por un consumo mínimo de recursos, bajo consumo de energía y buenas características de reciclado. De hecho, la nueva berlina ya cumple las futuras normas de reciclado de la UE que entrarán en vigor en 2015 y que exigen una tasa de reciclado del 95%. Como contribución a la conservación de los recursos, el nuevo Clase C integra componentes con un peso total de más de 40 Kg que pueden ser fabricados con plásticos reciclados. En comparación con el modelo anterior, ello supone un aumento de hasta el 34% del volumen de componentes obtenidos a partir de materiales reciclados.
Todo esto, supone un coste muy apreciable de materiales, investigación y desarrollo que debe ser soportado por fabricantes y usuarios. En caso contrario, la administración se encargará de recordarnos vía impuestos disuasorios que el que contamina y gasta combustible, debe pagar; y cuanto más lo haga, más elevada será la factura.
El ejecutivo de la UE planea establecer un recorte de emisiones de CO2 en automóviles de turismo y furgonetas que podría encarecer casi un 10 por ciento el coste medio de los vehículos de gama baja y media con motores de gasóleo, hasta un 20 por ciento si consumen gasolina. Los fabricantes son más pesimistas: las medidas propuestas podrían suponer aumentos hasta de 3.600 euros en un coche de tipo medio.
