Estos son los insultos que más se usan cuando vamos en coche

Las prisas, los ambientes ruidosos, multitud de personas en un reducido espacio y el estrés incrementan nuestra agresividad al volante

Más de 2 500 personas de todas las comunidades autónomas han participado en el proyecto de investigación ralizado por ⦁ Jon Andoni Duñabeitia de la Universidad Nebrija y María del Carmen Méndez Santos de la Universidad de Alicante

J. Bacorelle

Las prisas, los ambientes ruidosos, multitud de personas en un reducido espacio y el estrés que nos acompaña a diario. Todas estas son situaciones que incrementan nuestra agresividad . El acto de insultar a otros conductores o hacer un corte de mangas , está encuadrada como una infracción a la Seguridad Vial -interpretando ampliamente la Ley-, por lo que podríamos ser sancionados con multas de hasta 80 euros . Los insultos leves son faltas castigadas en el código penal con multa de 10 a 20 días teniendo en cuenta las circunstancias personales y económicas del denunciado, pudiendo el impago llevar aparejado el cumplimiento de prisión.

El acoso vial , o lo que es lo mismo, la mala práctica de «pegarse al vehículo que circula por delante» o «adelantarle con gestos hostiles e insultantes y colocarse delante sin distancia de seguridad para obligarle a frenar» puede ser sancionado con penas de hasta dos años de prisión, además de multas por importe de 500 euros y la detracción de seis puntos en el carné de conducir.

Pese a ello, los insultos con muy frecuentes cuando viajamos en coche, bien por que salen de los ocupantes de nuestro vehículo o porque somos como conductores las personas a las que van dirigidos. Entre ellos los insultos «gilip****s, imbécil y cab**n/cabr***a» son los improperios más frecuentes en España. En la lista de los diez más usados en nuestro país les siguen «sub***mal, hijop*a/hijap**a, tonto/tonta, idiota, pu*o/pu*a, cap*llo/cap*lla y payaso/payasa».

Así lo refleja un reciente proyecto de investigación en el que han participado más de 2 500 personas de todas las comunidades autónomas de España. El estudio, liderado por Jon Andoni Duñabeitia , director del Centro de Ciencia Cognitiva de la Facultad de Lenguas y Educación de la Universidad Nebrija , y María del Carmen Méndez Santos , profesora del Área de Lingüística de la Universidad de Alicante , ha logrado recoger más de 8000 insultos que han sido clasificados según su frecuencia de uso y la edad, origen e identidad de género de los hablantes.

Mediante un cuestionario en el que los participantes i ndicaban sus tres insultos más usados , se recopilaron 83 palabras diferentes usadas como ofensas de manera consistente, una cifra que está muy lejos de los cientos de términos que la lengua española refleja como insulto.

El estudio muestra que los más jóvenes usan más« gilip***as», mientras que el uso de «cabr*n» aumenta a medida que la gente cumple años.

No alterarse cuando viajamos en coche

La conducción también puede crear situaciones extremas que acaben en decisiones agresivas. Un coche que cierra el paso, uno que no se mueve inmediatamente cuando se pone en el semáforo en verde u otro que no guarda la distancia de seguridad por detrás, pueden ser suficientes para provocar agresividad en una gran parte de los conductores. En un estudio de Preventis , con una encuesta entre 1.000 conductores, se reflejó que el 40% de los conductores españoles se altera mucho con las incidencias de tráfico y sólo el 17% afirma que se mantienen inalterados.

Según Jon Andoni Duñabeitia , «este estudio sugiere que, a la hora de ofender, y a pesar de la riqueza de la lengua, hombres y mujeres de toda España suelen escoger los mismos insultos». El listado de insultos más frecuentes incluye términos que aluden a los estereotipos de feminidad, a las capacidades intelectuales y a la orientación sexual de las personas. «Las palabras que elegimos para insultar dejan entrever creencias, estereotipos y clichés de la sociedad , y el uso de determinado léxico puede representar un acto de discriminación consciente o inconsciente por parte del hablante», opina Duñabeitia.

El insulto, de acuerdo con los coordinadores del estudio, puede actuar como elemento cohesionador e identificador de una comunidad de hablantes, e incluso como una marca personal como la que en su día vestía las crónicas radiofónicas del periodista José María García, que empleaba expresiones como abrazafarolas o cantamañanas.

Dejando aparte los insultos que el cine y los medios de comunicación pueden poner de moda, el contexto o la comunicación no verbal también puede convertir un insulto en un piropo. «Hay muchas maneras de decir hijo de p**a, y que la expresión pase del insulto a la alabanza es a veces cuestión de una sonrisa, una palmada en la espalda, o un tono concreto, aunque hay muchas maneras mejores de felicitar sin recurrir a un léxico grosero y machista », afirma Duñabeitia.

(*) Se han censurado algunas palabras por poder resultar ofensivas para algunos lectores y menores de edad

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